29 de marzo de 2018

MIERDA DE ARTISTA



El bando de los que no tienen nada, se subdivide entre conformistas e inconformistas. El bando de los conformistas se subdivide entre agradecidos a Dios y gente sin espíritu para cambiar las cosas. El bando de los inconformistas se subdivide entre llorones cobardes y gente que sabe que de algún modo tienen que cambiar las cosas. El bando de la gente que sabe que de algún modo tienen que cambiar las cosas se subdivide entre gente que no sabe que en realidad la gente misma está integrada en las cosas que están bien y en las que están por cambiar, y por tanto, no saben que no basta con su mero inconformismo, y acaban pareciéndose a los del subbando de los llorones cobardes, pero inconformistas e ineptos en su tristeza y cobardía, y por tanto, resquemados por sentirse, fácticamente,  tan cerca de los conformistas que acaban agradeciendo a Dios que esto sea un valle de lágrimas de mierda, y por otro lado, por gente que SÍ sabe que en realidad la gente misma está integrada en las cosas que están bien y las que están por cambiar. Esta gente que SÍ sabe que en realidad la gente misma está integrada en las cosas que están bien y las que están por cambiar, se subdivide entre gente que tiene la fe, o la lucidez o el empuje de saber que su necesidad, insatisfacción e inconformismo son la única manera de medir cómo les gustaría que fuera la vida (la suya propia en particular, relacionada con la vida en general), y por tanto, son los protagonistas de sus cambios, y por otro, la gente que no tiene ni siquiera esa fe, esa lucidez ni ese empuje para ser los actores de sus cambios.

La gente que tiene la fe, la lucidez o el empuje están siempre a expensas de que los guiones de la vida en realidad no los escriben sólo los protagonistas, y a veces, el arremangarse para meter mano en ello, puede dar como resultado una gran variedad de tonos entre la resolución satisfactoria y el acopio de fuerzas para la insatisfacción renovada y la sublimación evolucionada de su inconformismo. Son menos pobres diablos que los que no tienen esa fe, ni esa lucidez ni ese empuje para ser los actores de sus cambios, pero como los cambios que vienen obligados por la insatisfacción por verte en el bando de los que no tienen nada, muy raramente están bien delineados en un horizonte nítido, se puede decir que tanto unos como otros se van irremediablemente alejando de lo que los conformistas llaman "felicidad".

Para mí, lo peor de todo, es que no siento que, pensando en los diferentes aspectos y fases de la vida, yo me sienta estabilizado y definido en alguno de esos bandos, aunque sí sepa que todo va cambiando conmigo y yo voy cambiando conforme intento cambiar las cosas.

Ya estoy cansado de escribir esto, e imagino que quien lo lee se ha cansado antes. Pensando en todo esto, y sin querer deslizarme al comentario incendiario de corte sociopolítico, me veo resbalando hacia lo de siempre. Lo único bueno del desamor, es el momento en que desde el fondo del alma mandas a tomar porculo a quien se da golpes en el pecho definiendo el amor desde su propia vida satisfecha, o mejor, el momento en que mandas a tomar porculo a tu propia definición y al amor mismo.

Pensando en todo esto, me consuela y me hace sentir más útil hacer este texto cansado, que aspira humildemente a alimentar la hoguera en la que arda todo, que proponer un nuevo texto de renovar la fe en cosas que sospecho podridas, o simplemente soltar tan irresponsable y lánguidamente otro poemita llorón para lectores amarillistas de poesía, que sólo sirva para reforzar en su llorera a los desamados y engordar el culo de la amada.

Hale.


Jag.
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