4 de febrero de 2018

LIVIANDAD



Por momentos creo que esta esperanzada sucesión de inspiración-expiración ha dejado de tener sentido.

Yo sé que todo consiste en crear tu propia fe, tu propia manera de entender el mundo infinito, y justificar por tus medios el hueco que ocupas en la vida. Pero ocurre que a poco que proyecto las ilusiones de lo que ansío, todo se viene abajo tarde o temprano, con soberbio  estrépito o con una cruel lentitud.

Por momentos pensé que me has visto, has brillado un momento mínimo por mi atención, y luego te has desmoronado en tu propia opaca realidad.

Renuncio ahora a cantar los colores y las luces que despiertan en mí tu presencia en el mundo. Desisto de intentar destacarme como algo bueno o útil para ti, de entre todo lo que acabe brillando para ti insistentemente en tu paisaje.

Me duelen todas estas palabras. Y no es de mi naturaleza dejar de pedir a la vida lo que necesito y peleo por merecer y dignificar.

No soy quien agosta su gesto por vergüenza, ni por miedo, ni por cansancio. No soy quién para dejar de desear, y no soy quién para ningunear la líquida firmeza de que te amo.

Esas palabras no son las canciones de un tonto.

Esas palabras no son silbos casuales que vienen soplados por el viento al pasar por entre las cañas de la orilla del río.

Pero contigo no sirve nada de lo que hago. Nada de lo que soy o te muestro te mueve.

No es fácil lo que quiero, pero sí es sencillo. Ya lo he dicho esto tantas y tantas veces. Que no pase a menudo no significa que sea raro. Que no sea frecuente no es que no vaya a existir.

Tu frialdad distraída sólo me está dando a elegir entre la nada de mi silencio y la tristeza de mi gallardía.

No es amor si no es presente entusiasmado de ganas de futuro. No es amor si te pesan los ojos las veces que te miro. Qué tan poco puedo esperar de ti, entonces. Qué poco espacio me dejas para darme, para tan siquiera imaginarme en ti.

Con todo mi dolor yo tengo que volver a una estúpida y aburrida liviandad. Dejar de desear abrigo para tu corazón con quien soy. Dejar de poner mis fuerzas en los ojos, mi aire en tu atención, por si un día, de pronto, la verdad nos asalta y nos ahoga. De gravedad o de risa. De hastío o de entusiasmo.

Siento perder la fe en que yo podría acompañarte.

Tengo que parar con todo esto. Atender a quien ya me quiere tan sencillamente. Escuchar a quien se le llena el corazón y la boca cuando hablamos. Tocar a quien suspire con mi mano.

Yo tengo que dejar atrás estos días negros en que sólo pienso que por nosotros tú no pones nada. Estos días en que me acabo diciendo que esto no es amor, si es que con tu decidido empeño en no hacer nada, acabas haciendo que me sienta solo.


Jag.
4_2_18



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario