15 de enero de 2018

A FAVOR


Mi padre se fue sin saber qué tienen que llevar los hombres a la guerra.
A mi abuelo lo señalaron sin que hubiera hecho por destacarse. En los tiempos de la muerte y de la rapiña, él sólo quería la papa con joven dignidad. Sólo quería su flor y su arroz. Mi abuelo sólo tenía ambición por vivir, pero lo señalaron en la calle, en una tapia, y sin darle un beso a mi padre, se marchó a la fuerza para siempre. A partir de entonces, fuego verde y rabia de la que quema por dentro y nada ilumina. A partir de entonces, el dolor, el miedo, la angustia. Mi abuelo echó peonadas descargando arroz de camiones del Gobierno, y un dedo de mala idea lo señaló. Esto lo sé por mi tío el que hizo libros, y también por un hombre que en la calle me preguntó de quién eres y me habló. Ese hombre tenía una huerta y una tienda, y vivía en tu calle, antes de que hicieran la casa de mi amor.
Durante un tiempo me han acostumbrado a que podía hacer las cosas yo solo. Pero más de la mitad de las veces, he mirado mis manos vacías y sólo podía ver esperanzas. En estos días, me he mirado mis manos vacías y sé que estoy lleno de algo. No es cuestión de dejarlo todo confiado a las esperanzas. No sé. Siempre he querido ver las cosas bajo la luz de la verdad. O mejor: siempre he querido ver las cosas desde la luz que la verdad irradia desde dentro de ellas. Verlo todo desde su verdad. Y la verdad es que nunca he creído que las manos vacías sean para poner la cara y llorar. No. A mí me ha llegado un poco del fuego verde y la rabia que quema por dentro y nada ilumina. A mí me ha llegado un poco de dolor, de miedo y de angustia. Pero no. No es de eso de lo que yo estoy lleno.
Igual que los campos arden para que se abran paso los bosques, las familias crecen. Avanzan. Suspiran, supuran, se desangran, agonizan, pero avanzan. Crecen. Mi padre nació y vivió sin ese beso. Igual que yo nací y vivo preguntando sin respuesta. Y avanzo, y conmigo mi familia crece. Y sin respuesta, mis manos no están vacías.
Yo tampoco sé qué tienen que llevar los hombres a la guerra. Sé que hay mucho que duele. Sé que hay montañas de grito, agujeros profundos de miseria, sé que hay cielos enteros cuajados de nubes cargadas de rencor. Y sé que la vida la están haciendo los injustos para los ignorantes. Todo lo sé sin que nadie me haya dado respuesta. Pero lo más bonito del día sucede porque te veo. Y tan sólo pienso en buscar cosas que a ti y a mi nos den vida. Mi padre no pudo contarme qué tienen que llevar los hombres a la guerra. Pero mis manos vacías no quieren llenarse de esperanzas ni de esas respuestas. Quieren dejar atrás todo eso, no quieren llenarse de canciones de gritos reprimidos. Mis manos vacías quieren ir contigo. Cargaré con todo lo que tenga por dentro, pero yo quiero ir contigo al amor.
. . .
No te conozco, y me he equivocado muchas veces. Tantas, hasta llegar a dudar si llevaba conmigo lo que un hombre tiene que llevar al amor.
Sólo sé que te pensaba desde nuestros tiempos sin palabras. Una época de viajes cortos, de hechos que se iban oscureciendo hasta estos dias, en que te veo desde otro modo. No sé. Como que despierta de golpe el bulbo enterrado de la flor de la salvación.
No me hace falta ni mirarte. Te pienso y ya está claro el día. Te pienso y ya tienen una medida mis hechos.
Aún descalzo, cualquier paso que doy en algún sentido, yo siento que me está acercando a ti.
Y es voraz y sedienta la incertidumbre, pero pónganse piedras en mitad del camino, pónganse bosques de espino al fondo de precipicios lado a lado, enciéndase la luz hiriente de todo lo que te desconozco, llore la vida todo lo que den sus ojos y caiga el mundo en sombras, que a tientas anegado en lágrimas, mi corazón ha de encontrar de tu corazón la mano.
Estoy ya en camino. Doy un paso, escribo una letra, y ya se me dibuja otro. Con las dudas, con las faltas, con las manos vacías, yo voy a poner mi verdad en la vida. Salgo con ella a buscarte. Al amor, las mujeres y los hombres, sólo tienen que llevar amor.
Jag.
12_1_18


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