27 de noviembre de 2017

ESTÁS OCUPÁNDOME POR DENTRO

La noche se volvió más negra porque pensé que no venías.

Sentí que no volvería a verte. Y me dolió como si la vida me hubiera dado un portazo en la cara.

Sí, ya tú lo sabes, al principio parece que no puedo evitar ser así de tonto. Colgar la percepción de mi destino de una señal inconsistente y arbitraria. Y dejarme caer resignadamente en la fatalidad. Yo sé que esta actitud nunca me ha servido para ganar en algo. Yo lo sé. Ese vivir pendiente de algo que está fuera de mí, y saberme como material de construcción de algo suyo. No puedo evitarlo.

Soy ese hombre que se desmorona delante tuya, cuando no me miras. Y cuando me miras, peor. Tú tienes como esa electricidad sencilla en los ojos. Ese poder. Una perspicacia muda de saberlo a ciencia cierta y que no te tiemble la voz ni el pulso cuando entras con la taza de café sucia y me preguntas qué, si ya lo sé, y yo te digo sí, que ya ves, y tú te preguntas en voz alta desde cuando, y me miras al mismo tiempo con una intensidad en la cordialidad, y yo te digo casi nada y luego me dices ten, y yo, claro, y tú, bueno, ya sabes.

Entre el asco, la desgana, el sinsentido y el miedo, algunas veces pienso en cómo me atrevo a ponerme enfrente tuya, sabiendo que no siento que tenga nada para darte. Pero será que no estoy tan podrido. O que he escuchado alguna canción preciosa por la mañana, que me acaba iluminando, o inspirando, o euforizando. O que quiero seguir engañado un rato más. Yo no sé. Será que finalmente no ha podido del todo conmigo este mundo hecho a martillazos. Pero acabo teniendo como la vocación de imaginarte a mi lado. Aunque sea sin mirarnos ni tocarnos siquiera, en alguna situación casual, ambigua y despreocupada. Como que estamos mirando ambos hacia un mismo lugar, o que ambos notamos cómo en un instante la tarde se nubla y se sumerge en sombra, y a los dos se nos levanta el frío. Notar tan sólo que estás cerca. Aunque no me roces. Sólo como compartiendo algo sin querer. A lo mejor sólo una temperatura que nos destempla. O un sonido que oscuramente lo envuelve todo y nos arropa. Sentir tan sólo que estás cerca mientras algo desconocido nos sobreviene. Y tener frío los dos al mismo tiempo. O sentir estupor o sorpresa los dos. Sentir qué oscuro se está poniendo de pronto todo esto, y saber que hay una lucecita ahí al lado. Sentirnos ahí, sin haberlo planeado, sin molestarnos. Sin ilusionarnos. Sin hacer listas de deseos ni letanías de necesidades. Ahí al lado, sin más, como una planta ajena a otra en un mismo campo, bailando en solitario la misma fotosíntesis, aportando por separado su cuota al fondo común del aire respirable. Tú en tus cosas y yo, maravillado por la suerte, haciendo y deshaciendo nudos en las entrañas, sin saber ayudar al precipitarnos en algo animal y alimenticio que nos mantenga conjugados.

Yo no sé hacerlo. Bastante tengo con responder sonriendo a alguna sonrisa tuya, sin dejar de salir cataratas de lo que sin querer me provocas, tan inexplicablemente. No sé hacerlo. Algo tendrá que tener la culpa de todo este nerviosismo. No sé sí será por algo que promete, aunque yo no me confío. No sé si será por algo que ya se está haciendo delante de mí, tan maltratado por la fe. Yo sólo sé morirme poco a poco de excitación delante tuya, esforzándome por que no lo notes, y romper esa especie de guión de diosas propiciatorias del crecimiento, la regeneración y la debacle. Morirme y morderme la lengua y no lanzarme niñamente a tomarte la mano y pedir mecerme un poco en el calor de tu cuello. Morirme delante tuya y quedarme razonablemente educado e inalterable delante de todo el mundo, como cuando encuentras una moneda buena medio enterrada y sucia en la calle, y en un suspiro cierras el puño y aprietas el paso sin mirarla, hasta refugiarte en un portal o esconderte pegado a una pared en sombras, con el corazón asomado a la boca.

Y tan cómodo que estaba yo en mi pobreza, en mi cobardía.

Tú tienes la culpa de todo esto, por tu olor que me invade. Porque sin querer me marcas, me invades de alegría. Porque descubro que en conversaciones falaces, yo estoy deseando decir en voz alta tu nombre, como sacando una bandera de la verdad. Decir tu nombre, no el de otra mujer que se llama como tú. Sólo tu nombre.

Y no tener palabras para protegerme de eso. Y saber por esa ciencia incierta que despereza mi alma, que mi cuerpo tiene por sí solo una sacudida siniestra e inocente, y se pone a levantar como una casa de sonido cálido que nos envuelve, como una oración en la que tú y yo podríamos refugiarnos de la vida fría.

Yo sé que es imprudente confiarme a un olor que me invade, a algo en lo que nadie puede ayudarme, pero yo sé que nos compartimos.

Y sé que es caprichoso y estúpido echarte la culpa de que tú me sonrías y a mí se me haga por dentro como un rumor de alas efervescentes, y aire fresco, y nubes que se desdibujan. Y culparte por el verano y por el invierno, que se suceden sin ganas y sin tiento, culparte de la intensidad que se te sale del cuerpo sin saber. Culpa de las verduras de cercanía y la fruta de temporada. Culpa de cosas bonitas e inexplicables, abriéndome puertas de par en par por dentro.

Tan sin querer, tú me invades, y me estás llenando de ti sin permiso por dentro.

Me dejas perdido de luces y de aires frescos, y ahora qué hago yo con todo esto.

Todo eso se me resuelve en una especie de incómoda beatitud cuando me quedo solo. Se me va aposentando en toda su densidad y pesadez. En mi boca callada empujas desde dentro un por qué no vamos a mirarnos de pronto un día más pausadamente, con esa traicionera seguridad de saber que los líquidos que te corren por el alma van a empezar a latirte con más ganas cuando yo aparezco por la puerta, y van a pegar la nariz por dentro de tu piel, y van a tensarla hasta casi transparentarla, y se te van a adivinar desde fuera las ansias de brotarnos. Y que pase todo porque yo estoy por ahí, como un vegetal inocente en sus cosas, pero de algún modo fertilizado por tu cercanía, por tu temperatura o por tu ley, pero de todos modos tan sumergido de lleno en algo tan de culpa tuya y mía. Algo tan cargado de lo que quiera que eres. Algo tan insensato y maravilloso. Tan de dentro y tan de cerca.


Jag.
27_11_17


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario