10 de abril de 2017

SOBRE LAS LOLAS

SOBRE LAS LOLAS

La gente de hierro abollado nace sola, aunque no deja de afanarse con furor metálico en fabricarse compañía. Para ese doloroso batallar, cualquier cosa les sirve, no importa si ya no se entiende dos centímetros más allá de su ruda piel fría.

Alguna gente de hierro abollado suspira por una inteligencia, acaso un simple enfoque que sin hablar le desnude y descerraje, pero no siempre es suficiente. 

Alguna gente de hierro abollado se ha caído y levantado tantas veces, que a veces hasta se conformaría con un poco de emoción contenida en otra dura frialdad. Pero todo vuelve a venir siendo una nueva caída más. Como un lamento aburrido y sin fuerza que se incorpora a su respirar. 

Alguna gente de hierro abollado, tan suficiente y orgullosa en su resistir, olvida que una vez tuvieron corazón de llama ardiente y sangre de dulce yema, pero que les dañaron la piel normal con el paso de los días, con cansancio, con incomprensión y falta de aliento, y por una tonta supervivencia desorientada, se clavaron en la cara una bella y triste sonrisa de desdén, y se dejaron oxidar. 

Sin embargo, el mundo cómodo se engaña, porque en realidad no se lo quiere currar. Prefiere seguir aferrado a vivir sosteniendo eufemismos, que son como sucedáneos de la verdad, que dan más sobrevivir que vivir, pues es menos mensaje lo que dicen que lo que no se atreven a mencionar.

Cierto es que a la gente de hierro abollado no le inquieta cualquier otro metal, y que no les sirven todos los magnetismos, pero el mundo se empeña en olvidar que el corazón es más listo que las personas, porque nunca ha renegado de su inteligencia animal ni de su paciencia vegetal. Y olvida el mundo que el simple roce del aliento de un igual, devuelve el brillo a los ojos de la gente de hierro abollado, que aunque se acostumbraron a vivir con nada, siempre miran en carne y hueso y en cuerpo y alma.

Yo por mi parte, aunque cansado de darle vueltas a la rueca, hilando de alambre el traje que no me has pedido, sigo construyendo WET PAINT, con toda la pobre fe que encuentro, de abajo a arriba.

Y aunque sé que no tienes fuerza ni atenta inspiración para tenerme ganas, yo ya he subido por encima del costado, sintiendo, tan solo y tan metálico, que inventarme esta fe, a ti y a mi, nos acerca.

Jag.
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