24 de abril de 2017

CAFÉ PAS DE DEUX



Aquella primera palabra fue pronunciada en un susurro, y supongo que yo estaría en la parra. Ya ves qué comienzo, ponerme enfrente tuya por primera vez y no ser capaz de sostenerte ni un tantito así la mirada. En mi descargo, que nunca sirve, decirte que cuando nos presentaron, mi corazón venía de malas fiebres y apenas tenía alma para hacerle una mala componenda a sus costuras. Y tú ahí, vete tú a saber la efervescencia con que venías cabalgando tu parte animal, o tu imaginario del afecto, o tu proyección de lo que debería ser una vida digna, con su amueblado afectivo-emocional, corporal, socio-económico-espiritual. Dios. No tengo remedio. Tan bonitos tus ojos brillantitos mirándome, con tu aliento, con tu atención balanceándose ante mis narices, y yo tan bobo inconsciente, desperdiciando mi último día en tu isla con el corazón cabizbajo, mirando tibiamente una exposición que no recuerdo. No ardiera Troya.
Supongo que ya nada de eso es importante en este momento. Seguramente todo aquello pasó así porque no podía ser de otro modo, y su relación con el tipo de cosas que hemos hablado esta mañana, no pasa de ser vagamente anecdótica. En fin.
El Facebook nos tiene desbravados a todos los que pretendemos indagar, revisar y ofrecer a los demás lo que encontremos en el interior y alrededores de nuestro ser. El Facebook ofrece una casilla para escribir tu ESTADO. Manda c_ _ _ _ _s. Y no lo escribo, porque a ti las palabras malsonantes te ponen de los nervios. Y no quiero que me larguen de este concurso. Pero es que con ese planteamiento, como muy etéreamente, están consiguiendo que el mayor acto de rebeldía sea morder tu estúpido desayuno antes de colgar la foto. Así nos tienen, como pollos metiendo la cabeza en el comedero. A lo que iba es que una amiga del Face, el otro día se montó un tranco intelectual, y colgó un poema que decía que algunas cosas de repente te arreglan el pasado. Una verdad como la mar salada, que es una, aunque le hayamos puesto tantos nombres. Y así, contigo, de la mano de nuestros últimos sucesos, me acabo explicando aquel pasado que no pasa, y todo ese presente que uno como yo se obstina en construir de futuro.
Supongo que las palabras entorpecen para decir las cosas. Cada cual tiene su capacidad de escucha y compromiso, su capacidad para lanzarse en bolas al entendimiento. Hoy sé que las palabras que pongamos, por lindas que sean, van a hacer bien poco por lo tuyo y lo mío. Como venía a decir mi amiga, todo está pendiente de lo habido y por haber, de la participación o la apatía de terceras y terceros, y demás cuestiones adyacentes a lo que realmente nos está manejando el ritmo respiratorio desde aquel día insospechado en que colgué un poema cualquiera y tú dijiste vaya, y en privado te dije tal, y tú contestaste ¿Yooooo? Yo ya sólo encuentro ayuda y esperanza efectiva en nuestros sendos cerebros reptilianos. Las palabras te chiflan la cabeza y yo ya sólo confío en que acordaremos algo digno entregándonos a la incierta felicidad de la sinfonía pre-verbal. Como los animales, que acosados por la jerarquía trófica y la despiadada lógica natural, han conseguido, sin cultura, sin Seguridad Social ni Academia de la Lengua, plantarse vivitos y coleando en nuestros días.
Creo en el devenir de nuestros sudores intuidos, creo en lo que no pueden contener las palabras. Y ya me canso de poner atención en todo eso que eres y que al rozarme los estambres me pone el corazón gallo y la piel de gallina.
Poniéndote mala, yo me cuido. Y si te duele el pie, yo ando más despacio. Sin palabras ni juramentos, sin tiempo estipulado ni escrito, yo sé hoy y ayer y mañana que estamos componiendo nuestra propia sinfonía de lo digno. Lo que pasa es que nuestro pobre entendimiento sólo entiende la música cuando ya hay sonidos. Pero yo lo sé ahora. Y ahora ponle tú a esto el nombre que tú quieras.

Jag.
3_3_17


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario