29 de noviembre de 2016

EL TREN



Ya ni lobos solitarios de montaña
husmeando tu líquido precioso, ya
ni ovejo agazapado expectante
al paso, languidez de loba
en la manada, yo tengo
lo que me he buscado, y nada
me alienta el número bruto, nada
me da lágrima facilita de quien
se pone moreno soñando puntacanas,
de quien se asfixia en machupichus
después de pasapalabra.

No tengo
amor por su hora de la siesta, pues
mi verso es destrucción
construcción y fiesta, y adios
a tus ansias de sueño de instituto,
de chilenas por la escuadra,
de venganzas de katana, de amores
conformados de cubana plana,
noticia del ansia peruana, aviso
de la wet manner mexicana, uno, dos,
la sorpresa maravilla isleña, el sentir
lo que me estaba perdiendo,
el sentarme en ese amar tanto,
tan bonito, tan estoico,
tan paciente, consecuente,
que ya casi volcando en bicicleta,
de tanto bueno que teníamos
olvidado.

Un beso, dos, la caricia cucharita
roncanrol descansándote del mapa,
ansias, ríos por la calle, temblores
tuyos, míos, uno, dos,
mientras llegas
y me ducho en casa,
uno,
uno, dos, aguacates te traía, restos
de la risa en las barbas, ya lo ves,
te estás ganando mis aguas,
y ya lo digo en los felices
domingos nubosos, qué bonito
imaginarte mordiscos de razones,
senos calentitos, uno, dos,
y recovecos de certeza buena, fría,
y a las 12, después de risa,
dibujos animados de obsesiones. Uno,
uno, dos, al final de las cuentas parciales
que uno, entregado a la lluvia, se hace,
al final, yo sé que acabaré 
queriendo más de la cuenta,
culpa de las frutas que se nos interponen,
culpa de cosas esdrújulas que
sin saber nos iban acercando, y así,
caernos de nalgas y amarte,
salido de cuentas, por todo,
cuanto pernicioso dejé salir,
por todo lo que me he buscado de ir
sembrando sin querer, y sí,
acabar admitiendo desmayos mareos,
sabidurías estomacales,
ministerios púbicos, amores certificados
en despiadados incendios puntuales.

Vámonos juntos el uno al otro, vamos
a saber si vamos a acabar 
comprendiéndonos, tú y yo, 
y ya ves qué extraño, 
y qué nuevo, tú y yo, 
para ti, para mi y los demás,
uno, dos, tan hermanos expertos
en sinsaber recogiendo, y ya ves,
todas y todos amando como sienten
y les permiten las luces, los
caballos del ánimo, aspiración
a la pureza y el dolor
de los aires de las cumbres, sí,
tú, y yo, y ellos, componiendo sonrisa,
boom boom clap, unodos, unodos,
calladas y callados como en misa
de once varas.

Y en fin, ahí te encontré, al final
de la frase del día equivocado, y yo,
así de guapito con mis taras,
y los ruidos presentidos in-
misericordes estrecheces,
los murmullos estertores,
y de tanto venirte a vivir
a mi poesía seca, aquí compuesto, señores,
en solitario líder, las más de las veces. Y me 
verán la matrícula,
mientras cabalgo estrellas,
apuntarán sin duda
en la barriga de Buda los deseos
de tanto que me mojé el culo
mientras escapaban los peces.

A ver, tú tranquila, 
sigue con tus cosas,
yo no me monto castillos,
a ver, yo me voy, yo te dejo
lo que soy, no vaya a ser que
por si acaso
los suspiros,
los charquitos,
pajaritos los cruasanes, 
libros cedés,
y los besos, importante,
los soplidos, 
cucharas abandonadas
en la madrugada helada
que acabó con todos nuestros mitos, así
que duerme y vive despierta,
ya me voy, espera, que se mueve
el dedo en la pantalla, y de amor
me pusiste perdido, qué suerte de
tarde de aquel día
que no nos encontramos, qué suerte,
habernos seguido sin tirar la toalla.

Aprovecha, uno, dos,
el cariño que me tengas, me despido,
ábreme
las piernas, los grifos, los enigmas
y di tus cosas, nada
te quedes por dentro, nada
te dejes guardado, y báñame
mientras busco fundamento estructura
de la bolsa, del aliento.

Uno, dos, adios, 
fueguecito me llevo, el calor,
el hambre entre canina y humana,
las ganas, y la sed que no cabe
en una mochila
ni en dos viajes
ni en tres comidas de tarro.

Nada, nada has perdido
si tú misma, si yo mismo
somos el tren que nos lleva
a nuestras cumbres.

Yo me voy, alejando el miedo
de tu lado, con el temor
a haber dado, por fin,
con pugnas, debates y
mieles de mi talla, ay,
si no tendré al fin,
uno, dos, mi merecido,
y mi sueño puso pie en pared,
y dijo aquí os tenéis por cactus,
por piedras, por duro espino,
por las aguas,
porque es justo y dromedario.

Así se alarga uno hasta
que en la madrugada
le sobreviene un sabor
de noche
con tanto tiempo de caldo
que tuvimos, tiempo
de alegría, de cansarnos,
respirar, de cantarnos, tiempo,
y celebrar cocinar el temblar
de la agonía. De esta 
manera nuestra
mantendremos el abrazo,
el beso, la palmada
que tan altos dejó nuestros alientos, tan
entretenidas las bocas
en descifrarnos los lenguajes.

Mas, qué pesado para ti, a estos
los dejo así, uno, dos, uno, dos,
dolor de cabeza, no me quedaré
a escucharles, ay este hijoputa,
que nos entró tan suave
y se nos fue como vino.

Jag.
27_11_16


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