2 de junio de 2016

SÓLO, A VECES SOLO.


(sobre trivialización tendenciosa del código)
Estoy en contra de envarar los códigos que nos unen, la gramática, por ejemplo. Hay que consensuar para que quepa todo el mundo, y hacer un ejercicio de tolerancia y humildad, pero hay límites. Es muy peligroso si se normaliza desde el lado del descuido y la ignorancia ramplona. No dejo de ver que algunas nuevas normas gramaticales responden (a primera vista) a una relajación: si cierta cosa causa mucho extravío y equivocación, pues lo eliminamos y así ya no estamos equivocados. Todos los idiomas deben depurarse de atavíos innecesarios, pero los que vigilan eso, no piensan en el idioma solamente, pues no tienen sus criterios radicados exclusivamente en el idioma. Hay otros factores, otros criterios que tienen en cuenta, dictados desde otros intereses ajenos a la pervivencia y la salud de la Lengua. Si dejamos eso en manos de gente que entiende que la Filosofía, la Historia, y las "Marías" (todas las cosas que no LUCRAN) no son necesarias, peligra lo que somos.
A mi la Literatura me ha servido para tener que vivir cerca de un diccionario, por ejemplo. He tenido que molestarme y crecer. Si todo se adapta a nuestras capacidades no movemos el culo por nada. Todo el progreso nos lo enfocan superficialmente al confort, al hacer más en menos tiempo y con menos esfuerzo. Y fíjate que eso de encontrarte con algo extraño a ti mismo y tener que crecer para entenderlo y manejarlo, yo lo acabo identificando con el esfuerzo de conocer a las personas y al mundo: preguntar y no quedarte con lo primero que se ve, molestarte, rechazar, de entrada, y adaptarte y aprender códigos extraños para entenderte con el mundo, que siempre está cambiando.
Relajar las normas gramaticales, bajar la rigidez, es conciliador. De acuerdo, pero si eliminamos tildes diferenciadoras y letras mudas que tienen algún sentido, si las eliminamos simplemente porque la gente no se aprende la norma ni a tiros, estamos adaptándonos a la dejadez. Y lo último: si al simplificar lo confiamos todo a la correcta interpretación desde el contexto, necesitaríamos gente formada críticamente y con espíritu indagador. Algo que en esta sociedad no se va a fomentar NUNCA.
Por no decir que hay expresiones ambiguas que obligan a decidir el significado del contexto.
Un poco de literatura comparada: lee esta línea,
Liberalismo económico en los 80 / CEE-OTAN / Euro / TTIP (https://ttipsecret.wordpress.com/acerca-de/. )
A cada parámetro búscale el sistema educativo de su tiempo, y mira su tendencia en la línea temporal, su evolución. Otra capa con las tendencias de entretenimiento en los media, y la última con la evolución de las normas gramaticales. Superponlo todo, y el resultado es fútbol mientras nuestros derechos retroceden escandalosamente. Y la percepción de que vamos a mejor, de que estamos progresando.
Los días buenos pienso que todo es naturalmente orgánico.
Los días malos pienso que todo está orquestado tendenciosamente desde el poder. Que nos ofrecen en bandeja una felicidad que les facilita mucho las cosas.
Lo que nos venden como simplificación es banalización. No quieren espíritus críticos, quieren consumidores felices, miopes y adocenados desde abajo, como una adaptación curricular de la ESO, para que todo el mundo llegue a entender el libro de Belén Esteban y le diviertan las entrevistas de Bertín Osborne.
Enseñan a leer y escribir, pero no nos enseñan a retroceder y ver con distancia nuestro contrato basura. No enseñan a quejarnos de la crisis, y a seguir banderas, y a pertenecer a algo, un equipo, un chat, una clase, un sentimiento. Y lo único que quieren es que estemos más reunidos sin que se nos ocurra pensar que estamos más solos.
Jag.
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