1 de abril de 2016

SERENA OLOR



Decirte que siento que en realidad, nada es rápido ni es lento, si no le aplicas tiempo a las cosas, a las personas.

Todo se está haciendo, y si lo que se hace no tiene una opinión de sí, no tiene tampoco ni fin ni ansiedad.

Las personas, las cosas que las median, las que las relacionan, no son rápidas ni lentas. Las cosas, las personas, SON en sí y si no se pusieran expresamente a que les importase, no les afectaría lo más mínimo la opinión acerca de lo que ellas mismas son.

Si estamos en nosotros, si somos serenos en sí, y no hay lento ni rápido, pues tampoco hay antes ni después, si te fijas bien. Las cosas, entonces, las personas y todo lo que las relaciona, pues no empiezan ni acaban. Y si sigues ésto ¿dónde queda lo que nos han contado acerca de lo que es la vida y la muerte? Piensa, se ha muerto Shakespeare, pero ¿se ha ido Shakespeare? No. ¿Se ha muerto Bowie, ha pasado la Madre Teresa? No. ¿Y tu primer beso, se ha ido? ¿Se ha acabado? ¿Ves?

Yo te pienso, y según una óptica clásica, siguiendo el plan antiguo, como quien dice, pues estás o no estás, estás o no aquí, estás o no conmigo, a mi lado o de mi lado, de mi parte, por dentro o por fuera de mi piel, dentrofuera de mi corazón preguntón, en mis tripas sin mirarme, a puntito de tocarme y erizarme risueña la piel, y queriendo sinquerer, o sabiendo sinsaber, y ahora a ver qué es más cerca o más lejos o yó, qué, sé. Y te pienso todo esto en simultáneo, y como no le he puesto tiempo, pues puedo. Lo pongo en letra y punto.

Y te pienso, a lo mejor porque soy débil, y con toda la tabarra que estoy dando con este escrito, pues acabo pensando y opinando acerca de ti o de tu alrededor, ya ves, y más que eso, ya puesto a entenderme débil, me pongo a creer que mi vida tiene que cambiar, preferentemente a mejor, oye, creo, es más, estoy pensando que tú y yo y todo bicho viviente tenemos que ponernos a crear un mundo nuevo. Y al mismo tiempo que me niego a entregarme a la opinión o a la evidencia de que tú estás o no estás, con todo el largo etcétera que he escrito antes, si he empezado diciendo que todo es en sí, sin antes ni después, ni rápido ni lento, pues ahora tengo que ser valiente y decir que tampoco somos ni tú ni yo. Ni nosotros ni vosotros ni ellos. Me explico:

Cuando te quedas solo enmedio de la inmensidad de la naturaleza, como Thoreau en Walden o Tom Hanks en Náufrago, quiero decir en una llanura o monte agitado por la ventisca o la tormenta, cuando te pones adrede en el encuentro con eso que te contiene, como a merced de cosas que se nos impongan más allá de nuestro pobre saber, nuestra débil voluntad, cansada opinión, llegamos a la pista de que en realidad somos uno con todo ello, como cuando una rueda del autobús se monta de improviso en el bordillo de la acera y toda la gente oscila al unísono hacia el mismo lado, como muñequitos. Como que todo lo que es, somos, que todo lo que pasa, nos pasa. En fin, pistas de que estamos hechos de la misma pasta que las tormentas con aparato eléctrico, los incendios, los vientos alisios y el polvo que vemos en suspensión cuando un rayito de sol se nos cuela por una rendija de la ventana en la habitación cerrada a la hora de la siesta. Somos uno con eso, y podemos decir que vamos con eso en el mismo autobús, porque también somos el autobús. Sí, lo explico como el culo, pero yo lo veo claro. Somos de ese todo, y entonces, si nada nos distingue, es que somos todo y somos nada, ¿no? Si todo es lo mismo, podemos ponerle el nombre que queramos. Total, si nada nos diferencia del fondo que nos ponemos, para qué ponerle un nombre ¿no? Todo lo que decimos que somos son atajos, presunciones, equivocaciones y alardes. Envanecimientos. Fíjate en la palabra: con la vanidad te llenas de vacío. Te cagas, con el lenguaje.

Y ya paro. Que todo esto era por lo de la rapidez y la lentitud. Por lo del antes y el después. Yo, ya ves, siempre estoy pensando en lo de los amores, y en lo que uno le pide a la vida. En lo que le pide la gente, a la vida. En lo que esperamos, en el sentido que le damos a esto. Y me pongo a escribirte y ya medio me olía que esto no me iba a traer nada bueno. Aunque, bueno, tampoco me ha llevado a nada malo. La conclusión sería que nada empieza ni acaba, puesto que no hay ni antes ni después. Y siguiendo esta argumentación, tampoco habría conclusión, ya puestos a meterle atención a la palabra.

Si seguimos, sin antes ni después, sin tú ni yo, a qué pararnos a medir nuestra velocidad. Sólo hay un ahora en el que, por no abrir más el tema, estamos tú y yo mezclados, confundidos con el todo. Para nada sirven los trajes que nos pongamos o la desnudez que disfrutemos.

Somos parte de un mismo caldo que es todo. Somos nada en eso. Somos eternos, y sé que, como un aroma sin forma que flota en todo, tú y yo nos vamos a ver serenos e invencibles en el justo instante en que lo entendamos.

Jag.

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