5 de marzo de 2016

LAS HERIDAS PARPADEAN,

y a su pesar, yo me estoy lavando,
y quiero vacaciones del quejarme y del tonto penar.

No veo el momento de acabar
por mis equivocaciones
el tiempo de la canción.

Decir que, aunque oscuro todavía,
un hilo de penumbra encuentro en la vida mía,
lo sostengo y alimento con pasión y cuidado,
y lo llevo adonde las puertas quieran abrir:
una bomba de calor humano yo sí sé que soy.

A ver tú cómo te quedas con eso.

Yo sé que es más bien difícil complicado que entre tú y yo acordemos los cimientos de la casita de este querernos tan raro. Y sé que no vas a andar loquita por preguntar, mas lo esencial sí es verdad que yo te lo tengo, no creas, no te asustes,
no corras, no me preguntes cómo,
ni por qué, ni para qué ni cuándo.

Todo tan libre, como saben los sabios.

No tienes tú más que mirarme de mentira,
con gana expectación, aburrimiento del dedo, a traición,
para saber yo que puedo estarme las cuatro manos ocupadas,
y levantar con inopia paredes y tejados, que sé mantenerme erguido
en esta vida sobre mis pies gastados
de andar la orilla buscando la gota
de comprensión que tú me has dado.

Y aquí me tienes, corazón en el puño callado, aquí vengo de comprobar que
las guapas maduran con dificultad,
silenciados tengo mordidos los besos que no he dado. Esa tristeza que no quería, esa frialdad impasible de la vida desnuda y sin primavera, esa amanecida mentirosa y desgajada, de a nadie le amarga un dulce, y aquí no ha pasado nada.

Aquí me tienes, absorbido concentrado en lo mío, callado de todo lo tuyo, y esto es un gesto reprimido por evitar lo aterrador.

Es la marea de lo normal, y cómo leches voy a ponerme enfrente tuya y que no lo sepamos nombrar. Yo me callo y no quiero imaginarme un roce tuyo.

Yo me quedo quieto, y todo se mueve solo, y es una ola, y otra, y otra que llega, y llega indesmayable para irse dejando un rastro besado de sal.

Es bien estúpido ponernos a reír o llorar por los inventos de algún poeta acomodado. No creo que me entiendan, la verdad, la amargura de todo este desamor que tengo para dar.

Te tengo que amar sin preguntarte nada.

Te tengo que amar sin que me mires ni lo entiendas.

Te tengo que amar sin inventar y con ojos cerrados.

Yo puedo amar, no tocarte, y apretar los dientes con los labios. Yo puedo amar y amar mientras se van a la mierda las hojas secas de las plantas ornamentales, desmoronándose con estrépito el decorado de lo que jugó a acompañarme.

Es duro, pero sin nuestra opinión nacemos.

Es amargo, pero con dolor y sangre vivimos.

Es incómodo, pero hacia nuestra cumbre vamos.

Adelante pues, con realidad y crudeza.

Con este doler callado yo te amo. Yo puedo.

Y puedo amar porque eres, porque tienes, porque esperas o prometes.

Yo puedo. Puedo amar porque ame que simplemente estás.

Yo puedo, porque tú y porque no.

Yo puedo amar porque sí y porque yo.

Amar entérate.
Y que de una sola vez se te quede dicho.

Y sí, lo digo yo, recuerda,
yo, tan pobre cero a la izquierda, yo,
el que puede amar contra viento
y perrea, y bailando solo la guapa lo desea.

El que puede amar aún después del aroma adormecido, amar,
amar te digo, y más allá del mensaje siniestro, amar,
y dime tú qué me queda, sino
amar que todo lo cura,
ya sabes, de allá donde el cuerdo no alcanza,
amar, que es
lo que tú tienes de diosa y yo de dios,
amar de venirme cada día
puntual como un rayo de sol, amar
de aceituna blancaluna, amar
de pan caliente que todo lo entiende, diecinueve y veinte.

Amar te digo, y no tengo ambición más grande, ni hambre más llena, ni himno más enseñoreado, sino amar,
amar en ti
y en todo lo que se te ponga por delante.

Yo no puedo tenerte la palabra guardada.

Yo he venido a esta vida a reír y a morder.

Tú me enmudecerás el color de las carnes.

Tú volarás henchida de razón o de éxtasis por los aires,
pero yo la risa no la callo,
yo el bocado no lo suelto.

Porque soy el amador enfurecido de la barba de jazmín.
Yo soy el peor postor, antepenúltimo por la cola,
príncipe de la sucia ternura quebrantada, mudo
mensaje ineludible superventas descuadernado.

Yo soy el dolido sabedor de la falta de consistencia ante mi sufrida gravedad.

Yo soy el que sabe que puede ser y puede no pasar.

Y así es la vida, y más allá.

Yo te digo la desembocadura de mi presentido pesar: pues nos queda el horizonte limpio, las manos vacías tocando las bajeras del firmamento, nos quedan las ganas intactas, y nos queda amar.

La gente se consuela y se besa cada día por mucho menos que eso. La gente construye mansiones de mármol y violenta la economía por mucho menos que eso. La gente llora de emoción a escondidas y acalla suspiros, putadas y cosquillas por mucho menos que eso. Y en realidad qué me importa la gente cuando ando persuadido hondamente de que la vida no es vida sin amores en la costa.

Nada. Nada. Nada más que amar a diestra y siniestra aunque sonría la herida y se rompa la costra.

El tiempo de mi vano doler se ha acabado.
El tiempo del absurdo malestar languidece. Míralo, qué mal color tiene. Míralo cómo agoniza en su agitado desvanecerse. Déjalo, no le detengas. Déjalo que se me vaya y que lejos de mí se sienta a salvo.

Yo no voy a poner manzana que se pudre en tu despensa.
Es de amor, recuerda, de lo que te hablo.

Y lo sé porque de ella me acuerdo todavía.

Yo lo sé pues no le dije palabra vana:
las heridas parpadean,
y parto sin equipaje en pos de mis luces.

Y ahora te veo y no sé lo que será.

Y ahora te veo, y del olor que tú eres, yo no quiero alejarme.
Ahora te veo, y con las dos tontadas que nos hemos dicho, tan de cerca cerca, yo me muero de tu sabor.

Es ahora cuando te sonrío, antes de que el aire inclemente nos lleve separados. Es ahora cuando te tengo lo que te digo, y no ha de ser que suelte dentelladas vacías al hueco que dejes en el aire cuando te hayas marchado.

El mordisco que mi alma te dé en lo que te pille, yo no lo suelto, te lo advierto. Honor sobreviviente por la gula de tu bien, el bocado de ti, si  resulta que al final no soportas mi peso, mi gravedad, me lo llevo, maravillado y gozoso, a dondequiera que tan falto de ti tenga que caer.

Amar nos agarra por dentro,
no nos deja a sol ni a sombra,
y al tiempo nos deja en paz.

El amor es lo único que, mientras digo tu nombre, te mantiene en mi boca. Y te saboreo y te llevo en lo que puedo y me toca, mientras esta puta vida de dolor y cordura me va diciendo sigue, sigue corazón por ahí, por ahí todo recto y oscuro, hacia el abismo sin fondo.

Jag.
5_3_16


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario