18 de enero de 2016

EL DESO


Lo que es sin ser,
lo que está sin estar,
y de sudor 
y de escarcha nos viste,
y de sangre, de saliva,
con dolor o alegría nos adorna,
pues nos tiene
un vestido de desnudos
que nos sienta
como un guante.
Lo que puesto en claridad,
estampado ante nuestras
narices, escondido
al otro lado del misterio,
nos eleva, nos estafa, nos
hace nacer nuevamente.
Lo que
más allá de la risa,
de la decepción
del desconsuelo,
nos espera,
nos sale a buscar.
Lo que cuidas día a día,
y eternamente
cada equis años
cada tantos dolores
explicas en pestes,
pues buscando
dulce o salado
te desembocó
en la amargura, a ti,
que lo merecías, a ti,
que tan bien tan mal
te habías portado.
Lo que aún
en tu cuerpo joven
descubre arrugas
en el alma.
Lo que tiene mano
para el frío de dentro, pies
para que salgas como loca
como loco en pos de la alegría
que por haber nacido
te corresponde.
Lo que
en tu mezquindad
siempre te defiende.
Lo que en tu
pobre torpeza elemental,
estupefacción ante la vida
-que te sobrepasa
claramente- te colma
con anhelos que
te llenan.
Lo que
destrozándote
en mitad del campo
te deja más entero,
y de la más
honda tristeza
te saca sonreír sin mesura.
Lo que con maltrecha gravedad
te deja flotando
por el mundo, porque
siendo sin ser,
estando sin estar
te deja la piel más bonita,
a eso lo llamamos amor.
Jag.
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