16 de julio de 2015

(Versión 2)

A mis letras les exijo
desde que te pienso. Humildad
en el enardecerse, nobleza
dignidad en la caída,
en el andar perdido, audacia, tino,
decisión cirujana en la pregunta

tú quién eres
qué le pides a la vida, cuál
es tu apuesta, y así,

hacer lo posible por
mantener enfocada mi mirada
en la tuya. Yo,
me he dado cuenta
de que a veces,
el poema, en zapatillas, de que
a veces lo que te siento
me juega con candelas resbalones,
y no lo entiendo lícito, y más allá
de la posibilidad,
lo cierto es que
con tu mirada mis cosas
se visten de nobleza y alegría.

Mientras escribo, poco a poco las letras
se me desclavan
de la lengua mordida,
y de tu falta estoy preso,
y nada viene a liberarme.
Y dejando, por sobrevivir,
esa locura a mi costado,
mi siguiente paso casi no te piensa,
respira y asienta
los pies en el suelo, suspira,
anhela y me lleva en volandas
el texto:

adelante, adelante, aquí
aquí estoy, aquí me tienes, amor, tengo
la nevera desmantelada, tengo
la despensa arrasada,
pero toma,
toma todo, ahora que no hay
contabilidades. Tengo
que procurar tu abrazo, aquí
abro mi camisa arrugada,
aquí, a ver, el alma en arañazos,
aquí, el corazón en cueros.
Creo que no me falta nada.


Como un animal errabundo
me echo al mundo extraño. Husmeo
las letras de la ignorancia y de la honestidad,
las letras de la luz o del vértigo,
la sed
que ayuden a que quieras
abrirme tu mano. 




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