14 de julio de 2015

(Versión 1) Exijo a mis letras

desde que te pienso.

Con tu mirada mis cosas
se visten de nobleza, y yo
voy encontrando colores
para la alegría.

De algo parecido
a tu falta
estoy preso, y sin embargo, hago
mis cosas en tu compañía.

Como un animal errabundo
me echo al mundo extraño,
husmeo las letras
que ayuden a que te entiendas,
a que descanses, a que encuentres
cielo de escape de respirar
sin límite de vuelo, a que entiendas
tierra de raíz de casa
de suciedad primera. Letras,
que te ofrezcan
las asas del alma, letras sencillas
que me ayuden
a que quieras
abrirme tu mano.

Aquí quedan,
quietas en su viaje,
rabos de lagartija
ensanchando la vida
sin moverse del sitio,
aquí quedan,
regando lo seco
aligerando lo grave,
dicho sencillo y nervioso,
como del que anhela, dicho seguro,
como de ignorante, mis letras confían
en que cuando todo haya explotado,
cuando todo se haya muerto de viejo, cuando
el sinsentido se sienta legitimado,
estas letras, te digo, espoleadas exigidas
por la imaginación de tu roce,
confían en dejar pistas,
como mínimo,
de quiénes somos
en el tiempo que se escribe,
y qué parte de nosotros pervive
en el tiempo en que nos leen.




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