24 de febrero de 2015

No se empieza

ni se acaba. Es un gas,
un fluido, una melodía esencial que rodea
y da cuerpo a todo.

Quienes celebran su inicio no lo entienden, traicionan
sin querer su principio dando la bienvenida
al que siempre estuvo.

Quienes lloran su adios lo malversan. Más
convendría ubicar correctamente nuestras lágrimas,
lamentando a las pesonas,
que son las únicas que se desgastan,
las únicas que se despiden.

Son ellos,
los que creen ver que se va,
los que pierden las ganas,
los que pierden las fuerzas. Se caducan,
se rompen, se corrompen los acuerdos, y el amor sigue,
aunque le hayamos perdido la sintonía.




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20 de febrero de 2015

JUGANDO AL ESPACIO

A veces, a ciertas horas, te imagino mientras tienes a tu gente acostada. O lejos, tienes a tu gente lejos, alejándose o de camino, e imagino que en la casa pones las luces bajas y te estás calentando las manos, te estás tomando un té, o te estás tragando una culpa, digiriendo lo que sigues sin comprender del todo, lo que con desgana mantengas de los tiempos en que fuiste la novia la amante la señora de. Y a lo mejor no estás cómoda del todo, a lo mejor tu corazón  se inquieta, trabajoso, a lo mejor no sabes qué hacer con los pies, a lo mejor no te hallas en la ropa de estar en casa, en la ropa que casi nadie ve, y acabas suspirando, y deseas que algunas cosas fueran de otro modo, y mandarías todo a la playa, poniendo los pies en el sofá mientras sonríes porque nadie te ve, porque el deber te ha dado un respiro y lo correcto, a esas horas, no te puede molestar.

Tú soplas, das un sorbo y lees. Y seguramente te ríes, protestas y hablas sola. Te rascas al descuido, mueves la cucharilla mecánicamente mientras ansías, proyectas, divagas con lo que mereces. Sé que a esa hora la respiración se te está ralentizando, como despidiéndose prudentemente de los intentos que has plantado por ahí, de las rutinas del día. Sé que la casa tiene a esa hora un silencio blando contenido, como una serenidad, y tú puedes permitirte especular, desear callada, entrecerrar los ojos, hacer ritmitos con los dedos sobre la mesa, sobre una pierna, mordisqueando brevemente una galleta. Todavía conservas ese pequeño brillo que te mantiene digna, honesta, constante. Todavía sabes de las sintonías de tu belleza, de tus magnetismos que no se apagan, creo.

A esas horas la noche está callada en tu escucha, y se mantiene en vilo, como la soberbia y densa fertilidad de una jungla oscura sin brisa, a tu alrededor. No sé acerca del tacto de tu cara. Nunca te he visto sonreírme, y sería como de póster, como de tonto fantaseo el aventurarte caricias. La noche es opaca aquí, en mi lado, y todo es demasiado inconsistente como para imaginar anidando en mí una palabra tuya. Pero sé que ensueñas y te muerdes los labios, sé que encuentras consuelos en el sabor que extraes de una cadenilla, sé que a pesar de la generosidad de tus alientos, a veces sueñas con tenerlos bien ubicados. En orden. Como volviendo a casa. Y entonces a veces fiesta, a veces alegría y la vida es un potrillo tambaleante sobre la hierba fresca, mullida y al sol, en el viento frio. Entonces a veces se te pone extraño el estómago y de repente piensas que quieres a alguien de un modo que sólo entendéis si evitáis explicároslo.

Yo no sé, aquí solo, si son fiestas, si son tragedias. No sé, cuando miras, de los metros de tus ojos, de los hectómetros de tus caricias ni de los kilos herzios decibelios de mi presencia en ti, allá donde estás. Pero sí sé, enfangado en una ciencia improbable, que algunas veces besas lo tuyo con una intensidad extra, que no le corresponde. Yo me veo, yo me imagino, me hallo absurdamente acomodado en el mínimo torbellino de ese beso, en el mínimo rozar de tus labios en tantas caras que no conozco, en tantos anhelos tuyos que no veré.

Y estarás en tus cosas, las que mereces, las que cargas, las que pides, las que repartes, y el mundo se estará durmiendo lentamente, pero yo sé de ese fuego que va contigo y no conozco. Yo sé de la fuerza que pones, yo sé de la valía que tienes. Sé de tu manera prudente, sé de tu explosión callada, la que sabe de lo absurdo que es detenerse en alegrías y tristezas. Sé que te abrazas, se que a veces no te explicas el modo, sé que a veces no entiendes el grado, pero se va acabando el día y acabas respirando más lenta.

Y yo mientras, me huelo un hombro, imagino que alguna nota mínima estoy compartiendo con los perfumes de tu piel, a estas horas. Y todo se va apagando, ahí en ti, aquí en mi, y como último hilo del día, tarareo alguna canción que te gusta, mientras me muerdo tantas cosas burdas que tengo, que te hieren, que te molestarían, y pensando como tonto, en soledad, en componerte un bonito escaparate para que no salgas por pies con tan sólo pensarme, pues a lo mejor ocurre que al mismo tiempo que haces todo, sin bajarte de tu intensidad, pues ocurre que me estás leyendo. Incluso, por qué no, a veces ocurre que sin buscar me has encontrado. Te sientes entonces, imagino, en una pequeña alegría que no pesa demasiado. Y haces click antes de acostarte.

Entonces sé, en mitad de mi ciencia improbable, que en la habitación de al lado algo bulle a mi favor, mientras se muerde los labios. Puede ser sólo una pobre cosecha sin fruto, pero sé que mi vida va bien.

Te escucho moviéndote y a mi ya me basta. Sentir que te mueves, sentir que algo te mueve, es lo mínimo que pasa cuando está pasando algo.




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18 de febrero de 2015

Ella me ha quitado

amargo cataclismo
lo más grande que haga en esta vida
ella me quita la parte concreta de la pantalla
ella me quita multitudes manifestándose.

Ella me quita héroes
me quita la vida digna
la solución del gran problema.

Ella me quita el Arca de Noé
los peces pequeños que nadan con los tiburones,
me quita el mayordomo de un mendigo
ella me quita el canco.

Ella me quita Cordelia, Pequeño Lemon
ella me quita confianza,
la palabra que se escribirá en un papel blanco.

Ella me quita la inocencia y la culpabilidad
un pequeño estudio sobre el aplauso
ella me quita lo que rezaron los buenos
por las almas de los malos.

Ella me quita el pan del mañana
me quita mi vecinita
me quita la agilidad de la justicia
la planta que encontró un hombre, me ha quitado.

Y ass metal, también.

Me ha quitado el terremoto
los libros que empiezo a leer al revés,
me ha quitado cuatro preguntas
el hombre que se desangra en una cuneta
el fuera de juego posicional.

Ella me ha quitado el auxilio
mi equipo de baloncesto en la play
me ha quitado el escritor vago.

Ella, ella fue
la que me quitó
las pibas que juegan en mi liga.

Ella me quitó el espíritu de Felipe.
Ella fue.

Ella me ha quitado todo eso
y se ha quedado con menos de lo que debiera.

Pero yo la quería.




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17 de febrero de 2015

15 de febrero de 2015

Tengo miedo a la muerte.

Y eso a pesar de que sé que durante toda la vida han ido muriendo cosas en mi. Partes insustituibles y hermosas, tesoros que me hacían caminar pleno de orgullo por la vida y que perdí para siempre, ademanes puros, gestos que hicieron de mi un ser bello y fuerte y que empezaron a languidecer, a ennegrecer hasta convertirse en una costra, en un estorbo. Murieron mis intenciones, las que me convertían en un animal beneficioso para el mundo. Murió mi limpieza, murió cuanto había de verdad en mi. Murió mi apreciación de lo bello, de lo justo, de lo útil. Murió la conciencia plena de todo lo que iba muriendo en mi, murió mi pena por esas muertes, mi sentimiento de pérdida irreparable. Murió mi deseo de abandonar los duelos.

Todo eso y más ha muerto en mi. Y sin embargo, aún me siento solo, miro a los niños pequeños por la ventana y siento ese mismo miedo ancestral a mi muerte última, esa muerte que destroza alguna vez el sueño a todo el mundo.




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Miro atrás

y veo claramente que hace diez años yo era mágico. Todo parecía casar con todo, como si mis losas fueran pequeños engranajes que habían estado buscándose y entonces –hace diez años- se encontraran.
Lo recuerdo con un sabor dulce y emocionado. Lo recuerdo y veo imposible que todo aquello haya ido a parar a lo que hoy soy.
En mi entusiasmo llego a pensar que a lo mejor dentro de diez años miro hacia aquí, al que soy ahora, y me veo mágico.

Y me recuerdo con un sabor dulce y emocionado. Una lástima que nadie pueda anticipar el recuerdo, una verdadera lástima que hoy sólo pueda tener la magia que tuve hace diez años.




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14 de febrero de 2015

10 de febrero de 2015

TONTERÍA

A pesar de que no te conozco demasiado
imagino muchas veces que estás sentada a mi lado,
tú mirando al frente pensando en tus cosas,
yo como robándote un ligero roce con el codo,
notando con una alegría simple que por tu lado llega menos frío,
y ya ves, me paso el tiempo medio ahogado
de un algo que no sé manejar, como siempre, otra vez,
disimulando con una ligera tonada falsamente descuidada en los labios.

Que sepas, hermosa, que aunque no te miro,
te he acabado viendo,
graciosa sin quererlo,
portentosa, fascinante sin saberlo,
y yo no sé qué hacer ni decir con toda esa belleza
que mantienes como recatada y que me convierte de improviso
en algo poco más o poco menos
que un tonto impresionable. A pesar 
de que voy de advertido por la vida. Lo que
me quedará por conocer de mí,
Dios,
aventuro.

Y todo esto me lo he encontrado sin más, 
ha pasado, ya ves,
a tu favor o a nuestro pesar,
habida cuenta de que a mi amargo entender
tu vida tendrá ya repletas todas sus estanterías, 
imagino, pues total,
quién soy yo para imaginar un poco más
de atención que la educada, quién soy yo
para aspirar a salvarte, a servirte
de compañía siquiera, intentar 
que no te sientas sola del todo,
un día de frío de cada tres.

No sé qué enfermedad oculta,
no sé qué dios caprichoso y cruel me anima a pensarme siquiera
como mueble sábana cubierto aldaba descansillo
de la puerta de tu casa. A veces me levanto y con las claras
del día me visto me enjuago los ojos ante el espejo
y me veo y te veo sin imagen, sin recuerdos, sin anécdotas,
y todo empieza a presentárseme básicamente complicado,
y te pregunto
pero tú quién eres, que me llamas sin querer,
y me miro y no dejo de preguntarme
pero tú quién eres para llamarla, aunque sea sin querer,
y me lavo los dientes y medio me arreglo la barba
y me miro a los ojos muy cerca, muy cerca y digo
ahora no voy a parpadear, y quien se ría pierde,
y los mosaicos esperándome, que no hay ningún duende
que me los haga, pero sigo mirándome al fondo
de los ojos, despacio, sin prisa, preguntándote cosas
sin parpadeo de por medio, a ver si alguna vez
me entero de una vez, y cierro todo lo que puedo el plano,
apuro toda la profundidad de campo y me veo
como el torpe boceto apresurado de una hoja temblorosa
colgando de una rama remota de un árbol que tienes
escondido olvidado en las profundidades de tu bosque,
y a fin de cuentas, de no parpadear a veces
se me escapa una lagrimita y al final nadie gana,
a fin de cuentas, empate.

Y acabo manejándome con prisas a pesar
de mi pretendida búsqueda de la serenidad, y a veces
todo es demasiado ruido, a veces incluso rabia, desazón, vergüenza,
hastío, incertidumbre, dejadez, resignación, amargura, conformismo
y todas, todas esas cosas que uno debería poner en orden alfabético,
en un tierno suspiro, antes de tirar de la cadena. Y depende del pellizco
con el que me haya levantado, pues a lo mejor saco tiempo
para hacer un textito,
para poner un disco que imagino que te gustaría. Yo
me digo que todo llega en el potaje celestial, que uno tiene
que mantenerse en su sitio, hacer lo debido y honrar la vida, esto es,
ser mejor que estar,
encontrar lo pertinente en el paisaje de lo deseable,
mantenerte honesto en lo que sientes
y amar,
amar, por encima de todas las cosas, que a eso venimos,
para eso estamos y así nos prolongamos.
Uno nunca es demasiado mayorcito
para acabar cayendo en ciertas cosas.

Después, ya en la calle, con el frío,
con el gorro calado hasta las cejas, camino de mis prisas,
de mis ansias, de mis hambres, me voy diciendo
qué importa, si apenas vamos a vernos a golpe de click.

No es con silicio, por mucha alma que le ponga,
como podría aspirar a un solo beso tuyo.

Lo único que queda,
para terminar de rematar esta faena irreal
en la que contigo me he encontrado,
es reconocer abiertamente, delante tuyo,
que cuando voy para el estudio intento pasar siempre por calles soleadas,
por sitios en los que la gente sonríe y no dice palabrotas,
y me abrigo de más porque te he notado
ciertos comentarios con frío,
y como y bebo con interés una dieta más equilibrada,
e intento estar más guapo, más amable con la gente,
como un pájaro que embellece sus mejores plumas por si miras,
un pájaro que se exhaustiva en su nido por si vienes.

Yo supongo que, aunque tú no te enteras,
el mundo ha ganado algo.

En fin, todo esto no deja de redondear ante mí mismo
la sensación de que sin tocarte
te llevo dentro adonde voy,
que no lo sé siempre, y aspiro tontamente
a que nos ayudemos a trazar los itinerarios.

Sí, no te vayas a hacer una idea equivocada:

Soy así. Y peor.
Y ya sean las calles de mierda,
ya huela la gente a rosas,
he nacido.
Y voy a morir solo. Eso
lo tengo clavado por dentro desde chico. Ya puedo
quitarle la jáquima a la oscuridad. Sé
que te has visto en mi post, y ya
no quiero saber cuánta gente más
se ha visto en mi post. Simplemente
me he preguntado cómo
no me traga la tierra, cómo
no me volatilizo en el aire.

Aquí me he encontrado de repente, expuesto desnudo,
temerario y mascullando como puedo
la torpe idea de que te amo. Ya ves qué tontería.

Yo sé que el amor es Dios y sé
que está en todas partes, bajo todas las formas posibles, sé
que el amor te ve, te lleva dentro
cuando te alejas del WiFi. Sé
que el amor está hecho mayormente 
de todas las pamplinas que me invento,
el amor son todas las pomposidades que aborrezco
y acabo poniendo por escrito, sé que
el amor son todas las inseguridades,
vaguedades indefiniciones que me dejan
desvalido delante de la gente.

Todo eso es el amor. Y más,
conforme van llegando las ideas,
y que no falten. Y así, ya ves,
te he construido, despertando
con alguna cancioncita tuya en la sesera,
y me levanto solo, y acomodo el cuerpo
a seguir de vacío, y como mucho me he hecho un café
me he hecho un textito que raramente ayuda
a dejar algo en claro y así,
pasan y pasan los días. Y yo me acabo diciendo
si estas son las cosas a las que puedo aspirar,
si estas son las cosas por las que debo vivir agradecido,
continuar adelante, como el monólogo final del Cyrano,
indesmayable al desaliento, elevándome por sobre la mugre
y avanzando con paso seguro y sin queja
hacia una especie de zona de exclusión del deseo.

Como la sala de espera de un lento desfallecer
hacia la indiferencia, hacia un vivir sin ruido,
sin entorpecimiento para los demás.

Y acabo llegando al estudio,
después de recorrer toda la playa, y todavía
me escucho haciéndome preguntas. A mí,
que quería construir mi vida a base de afirmaciones.
Sigo adelante, me cambio de ropa, y me pongo
a entretener con trabajo manual el enervante asedio
de mis pobres respuestas, que son
vampiros albinos que se queman con el solecito de febrero.

Y el amor está en todas partes,
como si fuera Dios, y pienso en ti sin fe.

Y el amor está en todas partes, aquí, en mí,
mascullando negruras, sobreviviendo
con arrebatos de aceptación y euforia,
y está en ti, dondequiera que estés,
calentando el motor, construyéndote tu nuevo día, sabiendo
a tu manera que el amor está en todas partes,
como si fuera Dios.

Y yo sé que es Dios.

Y sé que es pus,
y luego un poco de sangre.




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8 de febrero de 2015

Estoy haciendo un hueco


con tu forma
entre mis libros,
los ajados y subrayados,
los que beso y muerdo de amor, de ansiedad,
los que llevo a todas partes.
Los que he leído mil veces,
los que esperan mi momento para ser leídos.
Estoy haciendo
un hueco con tus maneras
en lo que entiendo
que es la vida.
No vaya a ser
que todo
se nos precipite para bien.




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Pues esta noche


he sentido algo
de tu frío.

En el coche.
Esperando en la grada.




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5 de febrero de 2015

Dormir contigo


y levantarme contigo después,
desayunar,
ir contigo al trabajo,
compartir los éxitos y las dudas,
las cargas, los anhelos.
Sentarme a tu lado
y frente a frente, en pocas,
menudas palabras
decirte me da la vida
vivirla contigo.

Ahí,
donde estés.




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La vida te la sirven tibia,

para mantenerte en tu sitio, es decir, en el sitio que ellos tienen para ti, es decir, desganado, acomodado, conforme. Pero la vida es UNA, y no me canso de decirlo, porque como cada momento es único, y lo que sientes y dices, pues como que se está actualizando, pues nunca me estoy repitiendo, en realidad. Las palabras pueden seguir siendo las mismas, pues somos más que nada unos pobres y limitados bichos moldeados por nuestras propias convenciones. Pero no nos engañemos. Todo es intensidad.

Y con intensidad y constancia nos deslizan su tibieza, fíjate. Nos dejan caer en la certeza de que lo normal es "normal", es decir, sujeto a costumbre, cómodo, a medida, en fin, mediocre. Para mantenernos en lo que viene siendo un cero grados, ni frío ni calor, y que acabemos construyendo dentro de esos márgenes nuestro sentido de la vida, del amor, de la dignidad y de la felicidad que merecemos.

Pero si la vida es UNA, y se nos escapa, ¿quién puede permitirse titubeos? ¿quién puede vivir esperando sin saber qué y avanzar ciegamente hacia no se sabe cuándo? Nadie.

No hay nada más intenso que el simple vivir. Lo normal es irrepetible, y que no nos diluyan la palabra. Que no nos la desbraven ni nos la amaestren.

Beuys decía que todo hombre (y mujer), con conciencia, es un artista. Creo que se quedó corto. Creo que toda mujer y todo hombre, con conciencia, son esa mujer y ese hombre, pero sabiendo cada cual que no hay nada más profundo, extenso y maravilloso que pedirle a la vida. Nuestra normalidad.

Da igual que hagas cruasanes, esculturas de mármol.

Da igual que le eches pulsos a la enfermedad, que friegues suelos.

Dan igual tus himnos o tus pedos.

Recupera, dentro de todo eso, la grandeza y la maravilla que te corresponde.

Disfruta tu normalidad.




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4 de febrero de 2015

LO QUE TENGO EN MI INTERIOR


  1. Unos auriculares de RENFE.
  2. Una bobina de hilo negro (con aguja).
  3. Un borrador con forma de cerdito (verde, desmontable, en una bolsita transparente).
  4. Una bolsa del Día (grande).
  5. Una bolsa del Carrefour (grande).
  6. Una bolsa para baguette (sin impresión).
  7. Un bote metálico con los andosques de dibujo.
  8. Dos bolis de propaganda (de cli-click).
  9. Un boli negro (de capuchón).
  10. La cabeza de Darth Vader (de plástico, caricaturizada).
  11. La cabeza de un guerrero de X´ian (de terracota).
  12. El cargador del móvil.
  13. La cartilla de La Caixa.
  14. Un cepillo de dientes de viaje.
  15. Una chapa rota de Seward (FEEL HAPPIER THAN EVER).
  16. Un cuaderno A4 espiral de folios blancos.
  17. El cuaderno A4 espiral “Parlem-ne” (completado), encuadernado con alambre al cuaderno A4 espiral “Música”.
  18. Cuaderno A5 “Void” (hecho a mano, grapado, para esbozos).
  19. Cuaderno A5 doble sin título (hecho a mano, grapado, para esbozos)
  20. Un DVD de la biblioteca: “Looper”, de Rian Johnson.
  21. Un DVD de la biblioteca: “Llamando a un ángel”, de Pancho Rodríguez, Héctor Rodríguez y Rodolfo Guzmán.
  22. Un DVD de la biblioteca: “Nadie es perfecto”, de Joel Schumacher.
  23. Un DVD de la biblioteca: “Ok Garage”, de Brandon Cole.
  24. El ruido y la furia”, de Faulkner.
  25. El “Enquiridión”, de Epicteto.
  26. Un estilógrafo negro de 0´8.
  27. Una etiqueta de cartón redonda (con una salamandra).
  28. Un frasco de tinta de estilográfica (negra).
  29. La funda de las gafas (cerca / lejos).
  30. Una funda de paraguas de viaje, conteniendo un mazo de pinceles mini.
  31. Una lasca de piedra con forma de corazón (encontrada).
  32. Una madejita de cordón negro encerado.
  33. Un marcador celeste.
  34. Un marcador negro (punta rectangular).
  35. Un marcador negro (punta redonda).
  36. Un marcador negro de 0´2 (indeleble).
  37. Un mechero (no funciona).
  38. Un metro de tres metros (metálico, extensible).
  39. Una navaja de electricista.
  40. Un pastillero de aluminio pintado (dos Dolocatiles y un Termalgin).
  41. Una pinza metálica negra para abocetar.
  42. Un Pilot azul de 0´5 (roller).
  43. Una regla de corte (40 cm).
  44. Un rollo de cinta adhesiva ancha.
  45. Un rollo de cinta adhesiva de papel.
  46. Un rollo de cuerda de transporte.
  47. Una tarjeta de memoria de 16 Gb.
  48. Una tesela de cerámica blanco mate (2´5 x 1 cm, aproximadamente)
  49. Un ticket del Caprabo.
  50. El “Vampir”, de Joann Sfar.
  51. El “Wabi Sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos”, de Leonard Koren.




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