11 de septiembre de 2014

QUE ME ASPEN SI LO INCENDIO


Aquí me tenéis para
decir sin vergüenza, tacto ni
preámbulo ni grifo ciertas cuestiones
que no me importan, a saber: los
años vacíos ni los días preñados, no importan,
ni cuánta materia orgánica, que con furia escatológica
esparcí mecánica
mientras agitaba banderas, en mis tiempos,
la tuya, la mía
la que teníamos a mano, la que guardábamos
en el corazón, no importan, espabila, pues
los colores, las opiniones, las sensibilidades,
se ponen allí, se quitan de acá, y las alumbramos
con el sol que nos conviene. No importan
los amores que se pudren por exceso de riego, los que
dejé secar saltando por la ventana, dejándote
una tonadilla en los labios. No importa
la frustración, con su contrato indefinido,
con su pan bajo el brazo, la dolorosa
falta de fe, la escasa convicción
que tengo puesta en las sorpresas
que me tengan preparadas mis congéneres: los que
van como locos por la calle, absorbidos por sus asuntos, los que
tienen la ilusión de mi compañía. No importa
demasiado
tener los dientes repartidos
por todo lo ancho y largo de la geografía,
y haberse levantado con
patética sonrisa
echando de menos el suelo. No importa
el calor de mí ni el frío de los otros. Ya está bien.
Que le den por culo a la consideración
a la mano izquierda y a la academia
de las normas de cortesía, porque
no importan,
que revienten de una vez
los campos semánticos,
los grupos estrambóticos
comisiones matemáticas
de vacua logística.
Que les lluevan los premios y se los lleven
de una puta vez al Olimpo,
que les lluevan las multas
cuando las rimas
les chorreen por las pantorrillas,
que les lluevan los amores,
que les suden los honores
redactados firmados compulsados por el subsecretariado
del Alto Comisionado de la Real Baja Alcantarilla.
Que les lluevan y que me dejen, que les den viento
a bocanadas o cutres soplidos de entretiempo, mas
que se vayan flotando con su coro
de angelitos descabezados, y que pongan el huevo
allá, allá a lo lejos, más lejos
de donde picó el pollo ultravioleta.
Que no importan, te digo, y que se me esfumen,
que se descompongan en mil colores,
en privado,
los cenáculos improvisados que
dedican su vida, lo mejor
de sus fuerzas a hacerle ahogadillas a la perdiz
en la caña
en el vermú
en la sevesa biar
en la absurda
en la desastrosa complicidad que afianza
la pluma improbable,
ésa que les llevó
a adoptar postura imposible,
cada una, cada uno
en su caso, en su casa
intentando llegarse con la lengua materna
a su pichita, a su chochito.
Y también viceversa, eeeh?
No se me malinterprete,
no se me ofendan matrones ni patronas, vuelvan,
vuelvan en paz a sus aspiraciones, vuelvan,
vuelvan, en fin, a sus revoluciones
a sus pegatinas trascendentales
a sus dientes de leche apretados,
a fin de cuentas, están sobradamente dotados:
¡Aaay, qué tetas turgentes,
aaay, qué muslos aceitados!
¡Ooooh, con sus pícaras sonrisas complacientes,
ooooh, con sus ojetes debidamente decolorados!
Pero, ¡Reyes y Centollas! (No)
¡Gallos y Galletas! (No)
¡Perros y litronas! (Ahora, ahora
retomo la tensión de la rima):
que se vayan, sería lo lógico,
que se vayan y dejen sitio a lo lícito. Yo sé
que suspiran por poner sus desvaríos en el top de las tendencias,
yo sé, pues con frecuencia se agachan
y se les ve el vivillo,
que en secreto admiran
a los que dieron un palo eficaz al agua,
a los que acabaron sentados en eventos, en subvenciones
a la derecha del padre,
a la derecha de la madre, joder,
a los que superaron con número sus deficiencias de género, supongo
que es lógico, admito
que es lícito, por ello
pueden, por mí, queridos queridas hermanos hermanas,
reventar en paz, yo sé,
que una mitad vino a la poesía
porque les salió un master, yo sé
que la otra mitad la abandonará
porque les salió una cana
mirando adelante, o de culo, todos estos
volverán
volverán al negocio de sus padres
volverán
volverán a ese rinconcito de su corazón en el que cuadran las cuentas
volverán
volverán con las bocas listas para chuparle el internet al vecino
lógico, admito
lícito, supongo
que pongan el picante en las comidas familiares
tocando en secreto, con el pie desnudo
a la hija del ferretero,
con los ojos en blanco al primogénito del farmacéutico mientras
con aterciopelado acento
susurran en voz suficiente:

Llou ounai veiss
fouí ain dai pain dain tístai”

No importa, no importa y perdonad
que haya perdido el hilo recordando tontería
perdonad sin envenené el verbo sacando a pasear mi sucio filo,
no todo va a ser brillo, hostia
no todo puede ser una honesta indagación por
la rara belleza de mi tiempo, ¿Acaso
habéis perdido la perspectiva elemental
de que soy tontamente humano? ¿Acaso
olvidáis que integro la plaga
que hace sangre al planeta?
Por la buena digestión de vuestros primeros calostros
no me relajéis la vela, pues sabed
que no fumo ecológico
que no como animales felices de véritas
que no visto comercio justo
ni viajo solidario.
Soy frugal, sencillo aunque no siempre fácil
qué queréis, cago mierda de pueblo,
densa, consistente y si hace frío,
convenientemente humeante,
y yo la miro, y yo le digo
un adiós desangelado pues sé
que un alto porcentaje del peso y el sentido de mi mensaje
me abandonará cuando tire de la cadena.

Así, ya ves, es eso, y ya está.
Excusad la rima que sobrevivió al excusado,
mantened, en lo posible, la risa, aún con dientes afilados, yo sé
que hay que sostener la cara como un buen vecino, yo sé
que puedo haber picado alguna teta caída, yo sé
que algún malnacido puede darse por escandalizado, mas
consolaos, que eso también es vida.
No pido perdón, pues la ofensa sería una buena señal:
algo bueno aprenderemos o algo inútil rompimos. Excusad,
eso sí, que tan estúpidamente
en cosas que no me importan, me haya alargado.
Después de todo,
mear vinagre desde el trampolín
y que me aspen si lo incendio,
es lo único que me calienta,
lo único que me divierte.
¿Qué puedo decir de lo que me importa?
Me siento huérfano, soltero, escupido, aburrido, segregado
de alguien a quien le interese.
Son apenas cuatro cosas
que uno comprende en silencio
cuatro cosas que uno construye en vacío,
tontas cosas que contemplo en subjetivo.
Nadie,
nadie da un paso efectivo. Nadie,
nadie puede acceder a la verdad de que
el tesoro al que voy
ya lo tenía de niño, alegría,
que no pide el paro, valor
para mantener a salvo
esa tonta inocencia que me hunde y me aleja
de la elementalidad humana, no es lícito
ponerte a buscar palabras, convenciones
a los motores de las entrañas.
De mi natural sale el seguir solo. Eso es
lo lógico. Mantenerme
empalmado para dar al mundo
lo que es del mundo. Poner
el alma ensanchada en lo que
entre líneas
va dando cuerpo al poema. Y aquí,
porque en mi huerta el trabajo nunca acaba, aquí
improviso mi torpe despedida.
Déjenme en paz, pues, las huestes de la medianía,
que estoy ocupado en mantener encendido, en secreto
ese fuego que yo tengo. El fuego
que no se ve y que ilumina por dentro
las cosas que no estaban.
Ese fuego que enardece
el trotar trastabillado
de mi potrillo purasangre.




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