28 de septiembre de 2014

RUNNING

Voy andando hacia la biblioteca por la Ronda Sant Antoni. Me he despertado mil veces esta noche. Te tengo dando vueltas por dentro del cuerpo y otra vez me he levantado temprano, solo, extrañamente repleto de cosas tuyas. Me he encontrado un humor raro: cada vez sé menos si me las querías dar. Estoy excitado de insomnio, espoleado de incertidumbre y renuncio a asignarle epítetos ventajistas, vagamente esperanzados a lo que, con implicación fluctuante, manejamos.

Amenaza lluvia, y me siento culpable por haber deseado que salieras un rato de mi cabeza. No sé, por probar. De todos modos, estoy bien. Más guapo que antes, aunque mis andares, que ya eran nerviosos, se han acelerado.

Por la acera, delante mío, va un filipino con su hijita de la mano, de unos tres años. Estoy en un ritmo de adelantarles dentro de unos metros, pero de improviso, nos ha pasado un hombre calentando para la Cursa de la Mercé, supongo. Entre ropa y complementos lleva medio Decalón. La niña, algo jadeante, ha preguntado:

-Papá, ése quién es?
-Va corriendo- contesta, algo distraído.
-¿Corriendo?- le mira, mientras les adelanto por la izquierda.
-Sí, corriendo, ¿ves? Así: hop, hop, hop... ¿Tú quieres correr conmigo?- le dice a la nena, a mi espalda.

Un silencio minúsculo e interminable, y un poco antes de que sus voces se me pierdan del todo, la niña, en su media lengua dice:

-Yo soro quero bailar.




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LA CORAZA

Te miro y sé que
lo último que quiero es acabar
bailando solo
por dentro de mi coraza.



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LEGENDARIO

Mis besos
se quedan.




 .

23 de septiembre de 2014

ESTIMADAS FUERZAS DE LO OSCURO:


Aunque nunca espero entender
su obstinada pujanza en emborronarme
la sonrisa echándome
cada día a la calle
por conseguir pagar el alquiler,
tengo que expresarles
con satisfacción inquina
que no va a ser éste el primer mes que,
con el corazón enamorado,
voy andando, cantando a mantener
los andamios de mi alegría.

Mientras ustedes buscan con encono
grietas en mi voluntad pistas de un cercano
desfallecer rajones
agujeros
en mi condición en mis zapatos,
mientras, les digo, con toda
la generosidad que me cabe,
con mirada limpia alimento
la Fe el Amor que abarrotan
las bodegas de mi bajel.

Yo voy pleno de belleza
insultantemente pertrechado
para afrontar tormentas imprecaciones
calmas desesperantes en
mi neblinosa singladura. Pueden seguir
riendo por mis dientes torcidos
por mis ropas arrugadas, mas
a poco que abran de verdad
los ojos verán
que no más que en el bolsillo
y en el tupé soy precario.

Ya pueden bloquearme los puertos
ya pueden cerrarse de piernas
las más dulces ensenadas.
Yo no quiero ver tierra, pues sé que Ella mira.

Me he subido al palo mayor
y pongo en venta mis mensajes celestiales.
Con una parte de entusiasmo, y con otra
de desesperación, estoy bordando
mi bandera. Abro el pecho a los vientos
para que observen mi mirada limpia.

Sobre todo ustedes
saben que las cosas son como son, pero
estimadas fuerzas de lo oscuro, acomódense
en su vida lógica y dejen pasar los tiempos
y dejen pasar las cosas,
verán cómo mi alma aguanta
verán que mi rodilla,
si no es por Amor,
no
se
doblega.




20 de septiembre de 2014

ESOS DÍAS

Pues estoy en esos días en que me acuesto tarde, me despierto temprano, y en el tiempo de enmedio no he dormido demasiado.

Estoy en esos días en que te pienso, tan desconocida y tan de mi familia, tan de años luz abismos de distancia y tan de piel parecida, corazón de mi talla.

En esos días en que no te vas de mi cabeza, ni dejas de dar saltitos soltando risotadas sin voz en mis silencios.

Esos días en que los líquidos los huesos las carnes los tengo revolucionados, y todo se arrebata se sublima se desbarajusta, se mueve se aquieta, se enardece se tranquiliza a la vez y sin sentido mientras te pienso.

Días en que despierto buscando papeles en blanco, y todo está tan bien colocado en mi malestar completo, que te pienso y me río en voz alta hasta acabar aceptando la escondida posibilidad de lanzarme a besar lo primero que tenga a mano. La funda de las gafas por ejemplo.

Admitiré pues, que estoy en esos días en que, mientras te pienso, ver crecer un texto que me va gustando no es más que dar aliento a lacitos floripondios parches componendas, que me hacen una casa a medida en los barrios periféricos de la vida real, mientras avanza la mañana.

Y a pesar de que entiendo desde una parte muy mía que sin haberte tocado ya sé que tu alma me sienta como un guante, tengo que aceptar la posibilidad de que en el peor de los casos yo no soy quién, y tú a lo mejor no eres nadie, como para que nos pongamos juntos a escenificar delante de la gente pasiones epopeyas, o compartamos anécdotas planes sencillos de la mano, siquiera.

Estoy, en fin, en esos días en que Facebook lo solucionaría todo diciendo que es complicado.

A ver, chica, es que es de cajón que mejor que pensarte y ponerme a escribir, mejor que admitir en un poema que te estoy haciendo sitio por dentro y ponerme a besar lo primero que encuentre a mano, mejor que todo eso, hubiera sido todo más sencillo si me dejo de historias y te beso a ti.

Detrás de ese beso, observo que estarías tú. Y ya está bien de dárselo todo a la poesía.

Te pienso, y a todo eso que me sale mientras te pienso, y sin conocerte demasiado, ya sé que le ganarías tú en textura, temperatura y corazón.


¡Y dónde va a parar! Ése beso sí que sería una solución.



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19 de septiembre de 2014

DAME

unas gotas de saliva
de tu dulce boca
desdentada.




 .

ESE RITMILLO

Normalmente, me suelo enamorar unas
cinco veces al día.

Hoy tengo el susto metido
en el cuerpo:
acaban de dar las dos
y ya me he enamorado tres veces de la misma.



 .

11 de septiembre de 2014

QUE ME ASPEN SI LO INCENDIO


Aquí me tenéis para
decir sin vergüenza, tacto ni
preámbulo ni grifo ciertas cuestiones
que no me importan, a saber: los
años vacíos ni los días preñados, no importan,
ni cuánta materia orgánica, que con furia escatológica
esparcí mecánica
mientras agitaba banderas, en mis tiempos,
la tuya, la mía
la que teníamos a mano, la que guardábamos
en el corazón, no importan, espabila, pues
los colores, las opiniones, las sensibilidades,
se ponen allí, se quitan de acá, y las alumbramos
con el sol que nos conviene. No importan
los amores que se pudren por exceso de riego, los que
dejé secar saltando por la ventana, dejándote
una tonadilla en los labios. No importa
la frustración, con su contrato indefinido,
con su pan bajo el brazo, la dolorosa
falta de fe, la escasa convicción
que tengo puesta en las sorpresas
que me tengan preparadas mis congéneres: los que
van como locos por la calle, absorbidos por sus asuntos, los que
tienen la ilusión de mi compañía. No importa
demasiado
tener los dientes repartidos
por todo lo ancho y largo de la geografía,
y haberse levantado con
patética sonrisa
echando de menos el suelo. No importa
el calor de mí ni el frío de los otros. Ya está bien.
Que le den por culo a la consideración
a la mano izquierda y a la academia
de las normas de cortesía, porque
no importan,
que revienten de una vez
los campos semánticos,
los grupos estrambóticos
comisiones matemáticas
de vacua logística.
Que les lluevan los premios y se los lleven
de una puta vez al Olimpo,
que les lluevan las multas
cuando las rimas
les chorreen por las pantorrillas,
que les lluevan los amores,
que les suden los honores
redactados firmados compulsados por el subsecretariado
del Alto Comisionado de la Real Baja Alcantarilla.
Que les lluevan y que me dejen, que les den viento
a bocanadas o cutres soplidos de entretiempo, mas
que se vayan flotando con su coro
de angelitos descabezados, y que pongan el huevo
allá, allá a lo lejos, más lejos
de donde picó el pollo ultravioleta.
Que no importan, te digo, y que se me esfumen,
que se descompongan en mil colores,
en privado,
los cenáculos improvisados que
dedican su vida, lo mejor
de sus fuerzas a hacerle ahogadillas a la perdiz
en la caña
en el vermú
en la sevesa biar
en la absurda
en la desastrosa complicidad que afianza
la pluma improbable,
ésa que les llevó
a adoptar postura imposible,
cada una, cada uno
en su caso, en su casa
intentando llegarse con la lengua materna
a su pichita, a su chochito.
Y también viceversa, eeeh?
No se me malinterprete,
no se me ofendan matrones ni patronas, vuelvan,
vuelvan en paz a sus aspiraciones, vuelvan,
vuelvan, en fin, a sus revoluciones
a sus pegatinas trascendentales
a sus dientes de leche apretados,
a fin de cuentas, están sobradamente dotados:
¡Aaay, qué tetas turgentes,
aaay, qué muslos aceitados!
¡Ooooh, con sus pícaras sonrisas complacientes,
ooooh, con sus ojetes debidamente decolorados!
Pero, ¡Reyes y Centollas! (No)
¡Gallos y Galletas! (No)
¡Perros y litronas! (Ahora, ahora
retomo la tensión de la rima):
que se vayan, sería lo lógico,
que se vayan y dejen sitio a lo lícito. Yo sé
que suspiran por poner sus desvaríos en el top de las tendencias,
yo sé, pues con frecuencia se agachan
y se les ve el vivillo,
que en secreto admiran
a los que dieron un palo eficaz al agua,
a los que acabaron sentados en eventos, en subvenciones
a la derecha del padre,
a la derecha de la madre, joder,
a los que superaron con número sus deficiencias de género, supongo
que es lógico, admito
que es lícito, por ello
pueden, por mí, queridos queridas hermanos hermanas,
reventar en paz, yo sé,
que una mitad vino a la poesía
porque les salió un master, yo sé
que la otra mitad la abandonará
porque les salió una cana
mirando adelante, o de culo, todos estos
volverán
volverán al negocio de sus padres
volverán
volverán a ese rinconcito de su corazón en el que cuadran las cuentas
volverán
volverán con las bocas listas para chuparle el internet al vecino
lógico, admito
lícito, supongo
que pongan el picante en las comidas familiares
tocando en secreto, con el pie desnudo
a la hija del ferretero,
con los ojos en blanco al primogénito del farmacéutico mientras
con aterciopelado acento
susurran en voz suficiente:

Llou ounai veiss
fouí ain dai pain dain tístai”

No importa, no importa y perdonad
que haya perdido el hilo recordando tontería
perdonad sin envenené el verbo sacando a pasear mi sucio filo,
no todo va a ser brillo, hostia
no todo puede ser una honesta indagación por
la rara belleza de mi tiempo, ¿Acaso
habéis perdido la perspectiva elemental
de que soy tontamente humano? ¿Acaso
olvidáis que integro la plaga
que hace sangre al planeta?
Por la buena digestión de vuestros primeros calostros
no me relajéis la vela, pues sabed
que no fumo ecológico
que no como animales felices de véritas
que no visto comercio justo
ni viajo solidario.
Soy frugal, sencillo aunque no siempre fácil
qué queréis, cago mierda de pueblo,
densa, consistente y si hace frío,
convenientemente humeante,
y yo la miro, y yo le digo
un adiós desangelado pues sé
que un alto porcentaje del peso y el sentido de mi mensaje
me abandonará cuando tire de la cadena.

Así, ya ves, es eso, y ya está.
Excusad la rima que sobrevivió al excusado,
mantened, en lo posible, la risa, aún con dientes afilados, yo sé
que hay que sostener la cara como un buen vecino, yo sé
que puedo haber picado alguna teta caída, yo sé
que algún malnacido puede darse por escandalizado, mas
consolaos, que eso también es vida.
No pido perdón, pues la ofensa sería una buena señal:
algo bueno aprenderemos o algo inútil rompimos. Excusad,
eso sí, que tan estúpidamente
en cosas que no me importan, me haya alargado.
Después de todo,
mear vinagre desde el trampolín
y que me aspen si lo incendio,
es lo único que me calienta,
lo único que me divierte.
¿Qué puedo decir de lo que me importa?
Me siento huérfano, soltero, escupido, aburrido, segregado
de alguien a quien le interese.
Son apenas cuatro cosas
que uno comprende en silencio
cuatro cosas que uno construye en vacío,
tontas cosas que contemplo en subjetivo.
Nadie,
nadie da un paso efectivo. Nadie,
nadie puede acceder a la verdad de que
el tesoro al que voy
ya lo tenía de niño, alegría,
que no pide el paro, valor
para mantener a salvo
esa tonta inocencia que me hunde y me aleja
de la elementalidad humana, no es lícito
ponerte a buscar palabras, convenciones
a los motores de las entrañas.
De mi natural sale el seguir solo. Eso es
lo lógico. Mantenerme
empalmado para dar al mundo
lo que es del mundo. Poner
el alma ensanchada en lo que
entre líneas
va dando cuerpo al poema. Y aquí,
porque en mi huerta el trabajo nunca acaba, aquí
improviso mi torpe despedida.
Déjenme en paz, pues, las huestes de la medianía,
que estoy ocupado en mantener encendido, en secreto
ese fuego que yo tengo. El fuego
que no se ve y que ilumina por dentro
las cosas que no estaban.
Ese fuego que enardece
el trotar trastabillado
de mi potrillo purasangre.




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QUIERO PAZ

3 de septiembre de 2014

La Reina de la Filantropía.

PÁJAROS WABI.








EL PESO


Me levanté temprano, de la mano de un desvelo hecho mitad soledadansiedad, mitad incertidumbre, mitad calor sofocante. Me voy andando a Correos, y tengo que aprovechar la mañana. Finales de Agosto, tú. Con el rabillo del ojo, veo los fichajes, mirando por el otro lado intento sortear la felicidad de los demás, que es tan pesada en esta ciudad, cuando vas camino de tu existir precario. Hay que aclarar que el problema radica básicamente en una cuestión de tiempos: multitudes de bienvenidos y bienvenidas que no tienen apremios más allá (ni más acá) de la paella de microondas que comerán a la caída del crepúsculo, y están delante y detrás, y a un lado y a otro, (prácticamente en todas partes, con sus camarotes digitales y sus extensores del selfie), mientras tú intentas pasar, porque al otro lado está tu objetivo, tu pobre objetivo diario, o simplemente tu alarmante y dolorosa falta de objetivo definido. Y mientras tú estás pensando llego tarde, llego tarde, mientras tú estás pensando qué mierda voy a hacer con mi vida, pues ellos están llenando tarjetas con recuerdos imborrables. Aclarar que cuando van siete por una calle del centro, por una acera, ancha o estrecha, no van como los siete enanitos, cantando a trabajar, ni a casa a descansar, qué va, van como los siete magníficos. Y llegado a este ejemplo no puedo dejar de reconocer que se me ha ido retorciendo el hocico en esta ciudad. Yo antes decía

-Sorry, thank you, merci, danke, grazie mile.

Y pasaba, sonriendo.

Ahora, cuando se me paran a contemplar el pálido reflejo de una voluta en un escaparate, cuando se me paran de improviso, en gran grupo, porque se han acordado de que en alguna parte han despreciado la posibilidad de comer sin ganas una piadina, o un crépe, o un shawarma, pues ahora sólo me sale

-A ver si nos aclaramos de una puta vez (pronunciación andaluza).

Y paso, sin más.

El debate ciudadano no es que se muera Peret ni que se vaya Xabi Alonso. El debate ciudadano es la elección entre tener todo el tiempo del mundo con un bolsillo de mierda, o escuchar el triste tintineo de tus monedas, mientras desperdicias tu música, tu tiempo de sol, de aire puro, en el lugar de trabajo. Sigo caminando, eludiendo estas y otras perniciosas consideraciones. Todo lo mío está cogido con pinzas, con alfileres. Sigo atravesando este Agosto malvivido, en el que mi marcha se ha reducido a una chibeca por la noche, viendo películas de biblioteca comiendo un bocadillo. Menos mal que ya va pasando. Ahora sólo queda superar el síndrome postvacacional de los amigos. Y pensar menos mal, menos mal que no tengo tele, menos mal que no me caliento más de lo debido, y mantengo a distancia prudente la posibilidad de cambiar el libro por el palo. No quiero ayudar a empeorar las cosas. Sobre todo las mías. Prefiero seguir adelante, aunque ciegamente. Prefiero mantener mi bisoñez, a saco. No pensar en que se va el artista denostado, no pensar que se muere el cantante, que se muere el poeta y no baja la proporción de burros, sino más bien al contrario. Sigo, sigo intentando no amargar la cara, sigo, sigo componiendo mi canto por dentro, sigo dando gratis mi tesoro. Cobrando por marear la perdiz y, mientras reviento, todo el turismo que puedo pagar es imágenes de google.

Mejor no hablar del Amor. Al menos mientras mi amor propio no haya descongelado.

He llegado a las escaleras de Correos y el helicóptero, allá, en las alturas, no ha dejado de dar por culo. Qué es lo que vigila, me pregunto, si en el mes de vacaciones están cerradas hasta las tiendas de pinzas, de alfileres. Supongo que la ordenanza les obliga a enseñar los juguetes, más que nada por justificar sueldos, partidas, presupuestos y oposiciones. En fin.

En la escalera, mientras subo, veo cómo la duerme a pleno sol un guiri treinti blanco de moreno salmonete. Uno de los que han venido, es preciso aclarar, no uno de los que se han quedado. Y yo me digo hay que ver: en su país bebiendo en una bolsa, besando bajo el muérdago, y aquí follando entre contenedores con las claritas del día. Y empujo la puerta giratoria, y me digo no me extraña, me digo que no es raro que con tanta facilidad, se sigan produciendo Milers, Orsonweles, y Heminguays.

Entro.

Pulso mi botón, cojo mi turno.

Busco el formulario de envío certificado nacional.

Lo relleno.

Busco el formulario de envío certificado internacional.

Lo relleno, y me digo:

-Ya veremos ésto cuánto me va a costar.

No he acabado, y ya ha pasado mi turno, pues la oficina está propia para hacer un rodaje.

Pulso (nuevamente) el botón de antes y,

cojo el turno de ahora.

Qué cansancio.

Me toca, al fin.

Me acerco, digo:

-Buenos días.

-Buenos días- contesta el funcionario.

Meto los formularios por la ranura.

Meto los paquetes en el torno giratorio.

El hombre se dispone a girar el torno, pero como es un verbo compuesto, ya lo he girado yo, que no tengo toda la mañana.

Con esa alegría de trabajo fijo, automatizado,

coge el paquete del envío nacional,

lo pesa,

hace unos tecleos en la calculadora,

pegatinita,

código de barras,

sello y firme aquí.

Yo me tenso, no he visto el precio ni el peso en la balanza, pues

tengo las gafas del lejos.

El funcionario, como sin sangre,

coge el paquete del envío internacional,

lo pesa,

hace unos tecleos en la calculadora,

pegatinita,

código de barras,

sello y firme aquí,

y yo, que sigo tenso, pues

mientras el funcionario pone mis envíos cada cual en su cesto,

yo sigo sin coscarme de lo que sale en la calculadora.

Inquiero (solicito):

-¿Ésto llega, verdad?

-Tiene que llegar- me dice con un acento marcial desganado, y añade- son envíos certificados.

-Ahí dentro van mis trabajos- le suelto- y TIENEN que llegar, que una vez, envié normal, y me perdísteis un mosaico.

El señor andaba sacando el tíquet, grapándolo a los resguardos, y asomándose por encima de sus gafas, me dijo:

-Hombreeeee, es que si envías normal, jejejejeje.

(Cinco “e” y cinco “je”. Un doble cinco: ...)

(Respiración, por mi parte, domando el acelero, conteniendo

malamente la rabia, el improperio, la leche que me sube, mientras

una neblina de incomprensión se va extendiendo, helada, amenazadora, sobre el cristal que separa su silla, su oposición, sus trienios,

de mi aguante,

de mi ira natural,

de mis menguadas fuerzas para la educación.

Unos tensos segundos que me concedo para ver que el hombre

ha abierto los ojos a su metedura de pata, y ahora

no tiene cojones de levantar la mirada.)

Al final, gasto la corrección que me quedaba, para decirle:

-Te pagaré con tarjeta.

Y poco más. Me clavó quince euros, y se nos acabaron las palabras.

En un silencio formal, pulsó el botón de siguiente, mientras yo me encaminaba hacia una parte insignificante de tiempo libre.

Pensé en políticos concretos, en asesores anónimos, en familiares a dedo y en jaurías de subsecretarios. Pensé en catetos trajeados, pulsando los botones que ponen a funcionar a estos funcionarios. Y luego me vinieron a la cabeza, las risas de mis amigos guiris residentes, cuando hablan entre ellos de los servicios del país. Me vino, sonrojantemente, el peso que tenemos. Sí. En PLURAL.

Verás, yo no ando con banderitas y esas mierdas, pero cuando falla lo normal en el sitio en el que estoy viviendo, yo no me río. A mí me da vergüenza. No me importa que sea responsabilidad de otros. Y no me río, además, porque a mí la vida no me perdona ni un fallo. Actúo lo mejor que puedo por decencia, por responsabilidad, y porque si no lo hago bien, lo acabo pagando. Es muy simple. Yo no dejo de pensar en que si los gobernantes, con todos sus consejeros, chóferes, chupópteros en nómina y tristes asalariados, admiten con humor y desparpajo la parte podrida de nuestra normalidad, si se ríen abiertamente de lo que está mal y debería estar bien, si admiten esa base traicionada, ¿no es eso condicionar con trágica alevosía las bases de los que tenemos que pelear por acceder a la normalidad? ¿No es eso reírse, en definitiva, de los que, pese a lo que pese, intentamos hacer lo correcto, aún cuando sabemos que el juego está adulterado?

Salgo con un pellizco que me corta el cuerpo, pues no se me olvidan esos que se ríen de su propio trabajo mal hecho. En los políticos que los crían con ese humor, mientras miran para otro lado. Y en nuestra pobre normalidad de migajas, que sólo se sostiene con nuestras buenas interpretaciones, con nuestro buen humor, natural de país meridional. Los guiris se ríen con razón, pues además de ver claro el peso que tenemos, asisten atónitos a nuestras ínfulas de mundo civilizado. Por no hablar de tanto mareo con la identidad, la cultura, los símbolos, las sensibilidades traicionadas, y las fechas, las efemérides a las que agarramos nuestros tenderetes para cargarnos de razón, cada uno en su decorado. No puedo dejar de pensar qué desastre.

Salgo para el gótico, no sé si con prisa o con ansiedad por saber de una vez qué mierda puedo hacer el resto de la mañana. Algo que sea sencillo, me pido, que sea mío y que sea honesto. Que sea de MI normalidad. Algo que pueda crear con rabia no destructiva, con humor no avergonzante. Algo que sea productivo, que me dé tiempo a comer y no llegue tarde a los flyers.

Encamino, pues, el resto de la mañana hacia una biblioteca que queda abierta.

En el Carrer de la Ciutat, la balanza anti-complejos, dice que YO tengo el peso de George Clooney.

(Siento haberme quedado sin comentarios)



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