15 de julio de 2014

LO QUE PIENSAS, LO QUE DICES

Voy por la calle y me encuentro de repente con Herbert Hartpfeimer, alto comisionado europeo por la igualdad animal EN la Cámara de Strasburgo, que está de traje, parado enmedio de la zona peatonal, sin escolta ni compañía, dándole al móvil, me acerco y le pregunto, perdone señor, ¿es usted Herbert Hartpfeimer, alto comisionado europeo por la igualdad animal EN la Cámara de Strasburgo?, y me dice:

-Sí.

En la primera parte del segundo siguiente a su afirmación, le he notado, mientras le abordaba, un tanto a la defensiva, la mirada tensa, la sonrisa precavida y un rastro de repentina humedad que se delata en el cuello de la camisa, así que durante el resto de ese segundo, se debatía entre el recelo cargado de sorpresa por saber quién soy, y de qué le conozco, y el básico bloqueo de rodillas previo a la adopción de una posición defensiva sobre terreno elevado, o al eléctrico arranque de una acción evasiva, quién sabe, poniendo sus curiosidades y sospechas, de momento y naturalmente, allá, quiero decir, más allá, a una distancia prudente.

En el segundo siguiente, ya le estaba yo contestando. No le di tiempo de nada. Y claro, yo sé que en un texto de menos de un folio te tienes que dejar de historias, yo sé que, básicamente, entre dos seres ebrios de la ilusión de individualidad, el camino más corto y elemental es decir la verdad, pero, ¿y si, como he oído decir a algunos hombres buenos, o él o yo, o incluso ni él ni yo, estamos preparados para saber la verdad?

Yo debería haberle dicho que, conocerle, sólo le conozco la cara, que sólo podría haberle llamado la atención sobre ello, que antes la había visto por la tele y que ahora la había reconocido en la calle, fíjate, pero la primera parte del segundo en que le empecé a contestar, la dediqué a pensar en que lo lógico y deseable hubiera sido improvisar un comentario tranquilizador, incluso inventar algo de admiración por su trabajo, que hasta el menos avisado sabe que el halago es el burdo primo lejano de la simpatía, yo sabía que lo naturalmente aceptado hubiera sido presentarme, estrecharle la mano, ya puestos.

Pero pensar una cosa es más rápido que decirla porque no tienes que vocalizar. Decirla es más sentido por el trabajo que cuesta. Que lo escuches tú y que lo escuche la gente es más comprometido que cuando lo escuchas solo en tu cabeza.

De tanto pensar, o mejor, de tanto haber pensado, para cuando llegó la hora de contestarle, en la segunda parte de ese segundo de respuesta, me hice la picha un lío, se me bloqueó el diafragma, se me espastizó el occipucio y sólo alcancé a decir:

-Entré buscando unos countrys en la WIKI y acabé en una foto de USTED.


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