11 de marzo de 2014

EL MUNDO

no es menos nuestro
porque el aire
huela a sangre.


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INTACTO

Son las 20,45 h y me he sentado en la PlaÇa del Pi. Hace unos instantes, bajando por el Call, de una puerta delante mío ha salido un niño de unos ocho años, gritando, como de juego:

-¡Al fin, soy libre!- y se iba corriendo calle abajo.

Al acabar su frase, con el mismo entusiasmo le dio una patada a una bolsa de basura. La bolsa estaba bien cargada, y parece que se le resistió, pues el niño cayó de cabeza al suelo. Un muchacho que iba más adelante, dijo riendo:

-¡Qué poco te ha durado la libertad!- aunque también le preguntó si estaba bien.

El niño, con la resistencia y la elasticidad propias de su edad, seguía de juego y se levantó alegremente, dejando al muchacho con la palabra en la boca, y a mí con el paso acelerado, pues la caída había sido bien aparatosa. Desapareció antes de que nos  pudiésemos acercar.

Al doblar su misma esquina, he visto al niño corriendo a lo lejos. Allá va, mira qué alegría que lleva.

Yo creo que, a pesar del cate que le ha dado el Karma por desperdiciar su libertad haciendo el vándalo, el entusiasmo lo lleva intacto. Por lo menos, éso me parece.

Seguramente, también irá más tranquilo.



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