1 de marzo de 2013

ESTOY ESPERANDO AL DESEO.




Cada cierto tiempo, cuando sobre una capa de mugre consigo extender un delgado revestimiento inmaculado de buenas intenciones, cuando me veo, para mi sorpresa, alimentando nuevas ilusiones, con el risueño pudor del que aparece sin haber sido invitado, acaba viniendo el deseo.

En ese momento, sólo en ese momento, veo con claridad que antes de su llegada todo lo que atañía a mi vida estaba instalado en una especie de centro. La impresión primera de esa situación que ya ha pasado es de pausa, incluso de aburrimiento, aunque cuando miras esa pausa desde esa nueva perspectiva deseante, descubres que era necesaria en su momento. Apareciendo el deseo, en ese instante fatal, veo cómo se pierde ese punto sereno que no sabía ver en mí, mientras lo tenía. Ese que hace que puedas elegir, relajado, dedicarte a las cosas que te interesan, hacer lo posible por el culto de tu espíritu, alimentar pacientemente la frialdad que pone en marcha la maquinaria de tantas cosas excitantes.

Cuando aparece el deseo, se acaba todo eso. La vida se torna una carrera de fondo en pos de lo deseado. Y todo se ve condicionado. Lo que necesitas y lo que no. Lo que esperas de todo cuanto te rodea, también lo que esperas de tí mismo con respecto a lo deseado. Y sin saberlo conscientemente, estás solo, enmedio de la calle, buscando inútilmente tu magnitud personal y humana. Tu crecimiento y evolución. Lo que amas verdaderamente y lo que languidece sin tu atención. La apreciación de lo que te aman y lo que te deben. Y piensas adónde irán a parar mis cultivos. Dónde guardaré mis esperanzas. Dónde quedó la percepción de lo que tengo y lo que me falta.

Todo. Todo pasa a verse a través de la óptica de lo deseado. El horizonte real se desdibuja hasta desaparecer, o mejor dicho, el objeto de deseo se le solapa, se interpone ese nuevo sol que ilumina con sus propios colores tu mundo, absorbiendo toda la fuerza, la gana y la atención de que dispones, de manera que ni se ve ni importa demasiado lo que antes de empezar a desear, considerabas real.

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