2 de marzo de 2013

BRAGAS



Pues por la luz o la tiniebla que hallé o perdí, me crié imaginando que la vida era un plano general contrapicado subjetivo en la amplia avenida de una gran ciudad, con iluminación natural para una tarde cualquiera de una primavera amable. Se vería un cielo azul con algunas nubes limpias pasando con despreocupación, y fachadas de grandes ventanales a ambos lados, de los que saldrían cientos de preciosas manos femeninas que con pasión anhelante lanzan sus bragas a mi paso. Delicadas bragas de encaje, cayendo hacia mí, a cámara lenta, cada una con su delicado aroma y temperatura, sin complicaciones ni malos rollos entre ellas. Buenas bragas vecinas que vuelan suspirando porque saben que YO voy por la calle, todas ellas ilusionadas por los aires de la tarde, recortándose sobre las hojas verdes de los árboles de la avenida, que son como un decorado tímido que se mueve sin ruido detrás de esa hermosa sinfonía de las transparencias y los lacitos, de los encajes, filigranas, elásticos y vivillos. Tío, todo es flow y corazón acelerado y sabor triunfal en los labios cuando la vida es promesa y se pone de tu parte. Encuentras una fuerza que no te cabe en las manos y te desata la cabeza, porque el mensaje inequívoco es que HAY AMOR PARA TI, hay amor como para bloquear con bragas de todas las tallas, con sus cúspides, mesetas y bajadas la gran avenida de una gran ciudad en una tarde de primavera.

Y al mismo tiempo, quiero decir simultáneamente con la imagen de la secuencia que yo soñaba que podría ser una vida estimulante (o al menos una parte localizada de mi vida), al mismo tiempo, la toma tiene una banda sonora que aleje al espectador de la odiosa y facilona idea de que la secuencia sólo pretende ilustrar una fantasía lúbrica. Una banda sonora como de película europea independiente que hable de pasiones y/o sentimientos. Un número contenido y vigoroso al tiempo, que no caiga en lo solemne e ilustre a las claras que a pesar de mi imperfección y mezquindad (también las del espectador), a pesar de mi pobre y mísera humanidad, vivo bajo la posibilidad de que el Universo, en un instante, ponga todos sus mecanismos y avatares de acuerdo para que yo sepa, para que todos sepamos, que merecemos el amor. El AMOR con mayúsculas. Y esa banda sonora, a su manera, me sume en un profundo estado de bienestar, de comunión con el mundo, mientras a cámara lenta van cayendo las bragas. Esa banda sonora desnudaría en pantalla mi pulso cardíaco, amablemente condicionado, hablaría del nuevo ritmo de mi respiración, del tacto amabilizado del aire al rozarme el cuerpo, de la presión deliciosamente aligerada de los pies al contacto con los adoquines o las hojas caídas sobre el asfalto. Todo, en fin, subrayando una imponente verdad como de estatua clásica de mármol: que es EN LA VIDA NORMAL de alguien como yo, donde yo mismo puedo encontrar mágicos ingredientes, alimentos maravillosos para sentir que seguir vivo, mientras me corresponda, es la mayor expresión de la poesía, el más digno, estimulante, completo y esperanzador de los logros que puede alcanzar un ser humano.


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