31 de enero de 2013

DUDAS Y CERTEZAS



Para María.

Los textos que he leído, referidos al campo semántico de la dignidad artística, con mujeres y vino tinto, las vidas a las que esos textos remiten, y también mi vida, que se escribe mientras se va leyendo en esos textos, todo ello, digo, está sembrado de las resultas de los debates entre las dudas y las certezas. Las de los personajes de esos textos, que las heredan de sus autores, y las mías propias. Y esas dudas y certezas, las que uno escribe, las que otros heredan, son nacidas y alimentadas en la sucesión de tropiezos e iluminaciones que llamamos vivir. Y uno tropieza porque hay oscuridades en el alma, que se encuentran con avatares de la fortuna y accidentes del camino. Y el tropiezo, con su incertidumbre y angustia, se palía y resuelve con ligeros fogonazos que vienen del mundo, o que se sienten en el alma, y de improviso uno sabe elegir y todo se aclara, y el camino lo va haciendo uno, esquivando la trampa y el charco, mientras mantiene luz en el corazón, a saltitos, como un pájaro cantor despreocupado.

En esos textos sobre dignidad artística, mujeres y vino tinto me veo a mí y te veo a ti. No hay cerca ni lejos que ese contacto afloje, pues hablamos de una dignidad sin apellidos. No hay fronteras en el alma, pues lo que al alma atañe está dentro y está fuera al mismo tiempo, y está arriba y está abajo, y está cerca y está lejos. Pienso en términos y temperaturas de dignidad, y está aquí, en mí, y está ahí, donde tú estés.

Leyendo esas historias, escribiendo y viviendo esas historias en las que se ponen en juego tu dignidad y la mía, que al mismo tiempo son la misma dignidad de cualquiera, pues en esas historias yo no dejo de asistir al baile de las dudas y las certezas. Y la duda, encerrada en uno solo es un espeso tumor amargo que te aísla en tu propia oscuridad. Suerte que a la duda de uno puede responderle la certeza de otro. Ese uno se encuentra encerrado en su negra y espesa tristeza, y todo se podriría si no acudiese la certeza del otro, que viene a decirle sal, levántate y no desperdicies la alegría que te queda, sal y abre los ojos a tu valía, sobreponte, saca a compartir tus dones. Sé el mejor ejemplo para tus hijos.

Y a veces, en la vida, que suele ser demasiado larga o demasiado corta, depende cuándo y a quién preguntes, pues ocurre que es uno mismo el que se atasca en la duda oscura y necesita una ayuda para verse claro, en su talla real. Y otras veces, uno mismo ve en sus manos la llave que abre la alegría o el consuelo de otro que sufre. Y por eso, en estas nuestras historias de dignidad, en las que manejamos pobreza con iluminaciones esporádicas,  en esas historias con amores de distintas tallas, con silencios elocuentes y vino tinto, está bien que tú y yo sepamos identificar y aceptar el papel que en cada momento nos toca. Está bien que, en cualquiera de los casos sepamos encontrarnos. Que cuando estemos oscuros sepamos dejar sitio a quien viene en nuestra ayuda. Que cuando flotemos en luz y entusiasmo, sepamos escapar de la vanidad y la arrogancia por nuestros logros.

La dignidad nunca es cosa de uno solo. Aunque cada cual observa y cuida su alma propia, entre todos hacemos el alma de nuestro tiempo. Entre todos, con consciencia o sin ella, estamos poniendo el carácter a la vida que nos toca. No está bien que vivamos alelados sólo en lo que percibimos como nuestro.

Es bueno que tú y yo, y todos, sepamos tender la mano abierta para pedir cuando estemos encerrados en la duda. Que sepamos, igualmente, tener la mano ágil cuando al otro podamos iluminar con nuestras modestas certezas.


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1 comentario:

  1. No puedes hablar de iluminaciones esporádicas...Tu, que vives iluminando a tantos.

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