7 de agosto de 2012

MI HOGAR


Tu hogar es la gente que te quiere, da igual la nacionalidad.

Entiendo la postura de los que se van y la de los que se quedan. Yo mismo vivo fuera por elección propia, y nunca dejo de vivir mi tierra, que es mi referencia. Otra cosa es que me quede atado a mis recuerdos y siga enganchado al pan con chocolate de cuando tenía cinco años, al primer beso y al clima en el que he crecido. Todo eso lo vivo como "lo mío". Pero ¿y "lo mío" por llegar, dónde está?

El asunto es ese: también se crece con cosas que no te vienen por herencia. También puedes intentar llevar las riendas de tu crecimiento, o al menos meter mano en ello, y salir a buscar personas, hechos, conocimientos, maneras, humores y alimentos que, de entrada, no te correspondían por haber nacido en cierto lugar, bajo ciertas condiciones personales, sociales, culturales.

Cuando sales, sales de ti, de lo acostumbrado. Todo sabe extraño, al principio, todo es demasiado grande o pequeño, o incluso inasible para ti, pero la siguiente sensación es la de que el mundo es infinito. Y como parte del mundo que eres, tú mismo también eres infinito. Y al mismo tiempo que te puedes alimentar de todas esas cosas extrañas, a la vez, puedes hacer crecer la sensación de que tú también eres un alimento raro en los sitios, las personas y las situaciones nuevas a las que vas. Te puedes percibir, también, como un alimento de importación, que viaja de tu tierra a una tierra nueva.

Eso, de entrada, hace que pongas en su justo valor lo que llevas de nacimiento (algo que no siempre tenemos presente), la percepción que tienes de quién eres inmediatamente antes del encuentro con lo nuevo.

En la puerta de casa, cuando ya había cargado la mudanza hacia Barcelona, mi madre, al despedirnos me dijo:

-Recuerda quién eres y de dónde vienes.

Pensando que podría encontrar cosas que no sabes que son vitales hasta que no las ves en ese lugar extraño, pensando que también puedes ofrecerte como algo bueno o útil para el lugar y las personas que te acogen, pensando así, nunca te sientes como un turista, nunca el encuentro es frío: es un intercambio vital, para mi y para quien lo sepa ver.

Aprendiendo a valorar esas cosas que no me venían dadas, que al principio saboreaba como extrañas, eligiendo y enfrentándome a esas cosas que dejo en casa y que siempre se añoran, siento cómo, gracias a mi elección, mi mundo se abre, crece, y con él, se abre y crece mi país, que siempre va conmigo.

Y así voy haciendo mi hogar. Poniendo corazón en la casa que dejo, en la casa que hoy me recibe y en las casas que ni he pisado ni he visto, pero que intuyo hoy que, en su momento, harán sitio a mi corazón, porque quieren darme algo que hoy no sé que necesito, y porque quieren algo de lo que yo soy, algo de lo que de mi país y de mis padres llevo conmigo.




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