4 de febrero de 2012

La dictadura de las luces.



El amor debería ser un sentimiento más justo. El corazón debería tener un iris como los ojos, un sensor que se abriese o cerrase según la luz que recibiese, nunca más ni menos de lo que se necesite. Algo, en fin, que dijese a nuestro corazón lo que tiene enfrente.

Pero éste es un órgano caprichoso: suele abrirse o cerrarse a su antojo. Así, ocurre que a veces le pasan desapercibidos focos de una luz espléndida, que quieren llegar a nosotros y tienen que quedarse esperando o resignarse a encontrar otros corazones más sensibles o menos caprichosos.

Como no siempre somos conscientes de la tiranía a que nos somete, ocurre que nuestro corazón se regocija y admira en luces que en verdad, o no existen, o no tienen la menor intención de iluminarnos.

Nuestros corazones –y nosotros con ellos- se encuentran presos de sus propios sentimientos. Y en esta dictadura de las luces ilusorias andamos las mujeres y los hombres.

Y esto ha provocado guerras, desvelos, hambre e infelicidades sin límite.


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3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hoy leí de Carmen posadas:"La soberbia y la envidia o el HAMBRE no son precisamente cosas positivas. Sin embargo, sin la soberbia de los faraones nunca se hubieran levantado las pirámides de Ejipto y sin la envidia irredenta del papa Julio II a los Borgia ahora no tendríamos capilla Sixtina. ¿Y qué decir del HAMBRE y la necesidad? Sin ellas estaríamos aún en la caverna dibujando mamuts y haciendo cestos."

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  2. El corazón sufre miopía extrema...el amor no es ciego pero a veces preferimos no ver...inspiradora reflexión, gracias por tu HAMBRE

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