24 de julio de 2011

MANO Y POTAJE

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Algunas veces no me siento con fuerzas para gustarle a alguien.

A veces no tengo ánimos en la voluntad para sentir por ti. Me dejo llevar por los ruidos que hacen la gente, los objetos; me tiendo en una actitud de hastío y desesperanza. Juego, o me dejo jugar, a que no hay nada que hacer, a que todo está perdido o dándome la espalda. Es un cansancio casi provocado. No sé qué consigo con esta actitud de poner mi mundo cuesta abajo y dejarme rodar hasta el abismo. Pero en momentos como este de ahora me invade la sensación de que haga o no haga, nada está en mi mano. En todos los sentidos y en todas las cosas que me atañen. ¿Qué será de ti ahora mismo? ¿En qué piensas, qué sientes? A veces me molesto cuando me hago estas preguntas: siento que me estoy fallando en mi plan de dejar que todo florezca o reviente por sí solo. Supongo que soy demasiado débil para dejar libre mi conciencia, para mandarlo todo a la mierda por dejadez. A lo mejor soy demasiado activo para dejar que todo se coloque a su manera. Soy de intervenir. Y claro, mi mundo es un potaje de mil demonios y entiendo que cada cosa tiene su punto de hervor. Y a veces está todo tan frenético como si en el potaje hubiera un cucharón gigante removiendo constantemente. Pues ni así. Unos días se me agudiza el desespero y me muevo por un ansia de supervivencia, y otros días me revive un rescoldo inexplicable de falso optimismo, y salgo al mundo, con ímpetu infantil, a proclamar mis dos segundos de insulsa alegría. El resultado, cuando metes mano en un potaje antes de tiempo, con todo lo individual por cocer, con el conjunto por cohesionar, con todo girando y girando, antes de estar cerca de estar a punto… el resultado, digo, siempre es descorazonador. Decepcionante, y qué esperaba. Por entusiasmo o por supervivencia, cuando la intervención está fuera de tiempo o lugar, no es más que una siembra de desazón y una cosecha de ridículo.

Dejarlo todo es, a la vez, lo más cobarde e inteligente, lo más acertado y lo más pasivo al tiempo. Todo arde y todo se renueva entre fértiles cenizas.

Te pienso en los ratos en que esta lucidez o esta cobardía de enmudecer los gestos se debilita o se pone a descansar, o simplemente a tontear con fuego. Y te siento ahí, donde estés, tan lejos, tan ajena a cosas tuyas que sin que sepas me dan la comida, tan de espaldas a todo lo que sin ser tuyo, le daría aire a tu mundo, tierra a tus semillas y todas esas gilipolleces que te escribo a veces…

Tú vives el momento como una pelusa de diente de león. Cualquier ligera brisa te afecta más que una opinión.

Qué voy a hacer, pues.

Tú eres tu comportamiento en cada momento.

¿Y qué puedo saber yo de lo que va a brotar un día desde debajo de las cenizas?


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